Sunday, December 8, 2024
Bosquejos de una sociedad XVII
Saturday, November 16, 2024
De YouTubers a líderes
El culto en edades tempranas a la figura del Youtuber tiene como corolario lógico en la vida adulta el culto a la figura del líder, por lo general un sociópata vociferante y avasallador que ha sabido capturar el ethos enfermizo de su tiempo y transformarlo en energía dinámica, destructiva y negativa, pero no por ello menos poderosa en su coyuntura.
Monday, November 11, 2024
La música trap - Meditación
La música trap tiene algo del lamento ensimismado del fanático religioso, un falso sentido dramático de culpabilidad impostada con el que estructurar un sistema ético deficiente y tambaleante. Tiene esta música el aire patético y enrabietado del profeta al que le gustaría ser ciego y tener visiones, pero sólo sabe cerrar los ojos y maldecir su intrascendencia. La música trap es un signo claro de un tiempo decadente, asustadizo, desintegrador...
Friday, November 1, 2024
Otra vez sobre el Poder
Al Pueblo le queda mucho que aprender, todavía: el Poder hay que otorgárselo, siempre, a quien menos lo busque y lo desee.
Tuesday, October 29, 2024
Sacar fuera
En algún momento, el dolor hay que verbalizarlo, externalizarlo, expurgarlo. No se puede internalizar para siempre, tragárselo, y dejarlo ahí, para que crezca dentro y se pudra. Nos pudra. Eso, a la larga, tiene consecuencias muy negativas. Dramáticas.Y esta ciudad, esta sociedad, no sabe externalizar sus frustraciones, no sabe liberarse de su dolor. Solo engullirlo y esperar a que explote, metamorfoseado ya en otra cosa diferente, pero igualmente horrible. En Hong Kong, no existen ni la expiación ni la reparación. Sólo el daño.
Friday, October 25, 2024
Si esto es Hong Kong...
Sunday, October 13, 2024
Imperfecciones
Un mundo que busque la perfección habrá de ser, por definición, cruel, y por lo tanto disfuncionalmente imperfecto.
Sunday, October 6, 2024
El Festival de los Fantasmas Hambrientos
Es ese día del año en el que las puertas del infierno se abren. Las cenizas revolotean y son lanzadas por el viento todavía caliente contra las caras de los incautos paseantes. En bidones ennegrecidos y consumidos, arden los papeles votivos. El dinero del averno, los aparentes juguetes de papel que quieren redibujar la memoria de los difuntos y sus posesiones y anhelos. En una esquina del complejo residencial de viviendas de protección oficial, entre las ocasionales ratas y cucarachas, un fantasma cárdeno de cuello raquítico, boca minúscula y vientre hinchado, parece caminar pausada y penosamente, como si el miedo estuviera en su piel macilenta y sus huesos marcados, y no en los vivos. ¿Has escuchado el resonar metálico del gong en el templo? Su eco parece esparcirse por las calles. Más te vale haber rendido el debido tributo a los antepasados. Más te vale respetar la tradición y no despertar habladurías entre los viejos. “Qué mal hijo”, “No quiere gastarse el dinero en hacerle un regalo a su familia; en vida del finado era igual”, “si nadie nos recuerda cuando estemos en el infierno, nuestras penas y sufrimiento serán iguales o peores que en este mundo”, “juventud ingrata, ¿para qué os criamos y nos sacrificamos por vosotros?” … El fuego de la tradición quema al inconformista, lenguas de azul y rojo escupidas en boca de los mayores, repetidas como una cantinela obsesiva por los niños en sus juegos de aprendizaje de crueldad. No camines pegado a la pared, estúpido. No cuelgues la ropa por fuera de la ventana. No saques fotos en la oscuridad. Asegúrate de que cuando vuelvas a casa no lo estés haciendo en el último tren o autobús. Cuidado con dejar los palillos clavados en el cuenco. Sólo un gwailo imbécil abriría un paraguas dentro de una casa en estas fechas. Respeta a los muertos. Sube la colina del cementerio con el incienso y las ofrendas. Recuerda. Pide perdón. Honra. Perdona. Borra lo malo, antes de que se materialice y venga a perseguirte en las horas solitarias. Ten miedo. Mira las llamas consumir nuestros esfuerzos vanos contra el olvido y deja que las jerarquías se te peguen con su olor profundo e irrespirable. Servir a los muertos es sólo la metáfora de la sumisión a los vivos. Y cuando todas las ceremonias estén concluidas, lleva a los viejos al restaurante y demuestra tu amor filial pagando por el menú más caro del establecimiento. No olvides tomar muchas fotos de todo y subirlas a la aplicación. Eso es. Comer para aplacar a los fantasmas hambrientos. Darles tu dinero para que vuelvan contentos a la oscuridad por otros doce meses. Cumplir las obligaciones, sentirte parte de unas costumbres y un pueblo milenarios. Esperar tu turno de cruzar la puerta del infierno y visitar a los vivos.
Wednesday, September 18, 2024
Bosquejos de una sociedad XVI
Sha Tin. Domingo. Tarde de caballos. Vamos a cambiar nuestra fortuna en las carreras. O quizá sólo a dejar pasar otra semana, pensando otra vez en escapar de una miseria perenne. Una o dos cervezas. Depende de a quién encontremos. Esta semana he estudiado los periódicos, he leído las estadísticas, he descifrado los signos de la riqueza. ¿Azar? No. Para que luego digan que los pobres no sabemos usar la cabeza. Allá vamos todos: en el metro, en el autobús. Hacinados, como siempre en la vida. Sería bueno volver en la primera clase, después de haber ganado en un par de carreras. Un cambio. Nada de pedos, codazos, gilipollas malencarados. Nada del día a día. Ya llegamos. Aquí está el hipódromo. Enorme. Este terreno debe valer su buen dinero. ¿Cuántas viviendas de protección oficial se podrían construir en esta tierra? El suelo debe estar bien abonado con las cagadas de los caballos. Hasta podría hacerse una escuela con una huerta para los niños. No. Eso no da dinero. Esto sí. Esos fantasmas blancos no hacen nada si no piensan que van a extraernos la riqueza con ello. Bueno, al menos es un espectáculo entretenido. Y puedo escapar del piso y dejar de cocerme y agobiarme en una habitación minúscula. Tengo que encontrar dónde se esconden esas chinches que me están matando cada noche. Sí, aquí mejor. Casi me siento un dandy, con el pantalón largo y la camisa. Algo bueno tuvo que dejar la vieja madre de esos piratas británicos. Que se vayan ellos y dejen los caballos. A ver, qué tenemos en la primera carrera. Estudia bien los resultados. Los nombres, eso es importante. Un mal nombre trae mala suerte. ¿Cuánto apostamos de entrada? Poco, o acabarás comiendo fideos con nada, o arroz en sopa toda la semana. No sería la primera vez que te pasa. Cabeza fría. No pidas una cerveza, espera. Vete al baño antes de que se empuerque todo. Importante. Alguna vez, hasta vómitos te encuentras. No me jodáis el domingo, ¿eh? Esta tarde nadie me da órdenes. Esta tarde la vida me va a regalar todo lo que me negó desde que nací. A ver, los nombres…Ya está. Sí. Este va a ser. Es una corazonada. A la mierda el método y las estadísticas. Me lo susurran los fantasmas de este lugar, que me conocen bien de verme todas las semanas. Pon un poco para comenzar. Con cautela, no estropees la diversión demasiado pronto. Venga, vamos a la ventanilla. Bueno, tengo la rueda de mi destino girando ya en este papelito. Busquemos un lugar cómodo para ver la carrera. ¿Están paseando ya a los animales? No importa. Todos estos pobres idiotas no saben que voy a darle un vuelco a mi vida de perro callejero, en muy poco tiempo. Me lo merezco, joder. Mandar a la mierda a todos los cabrones que me gritan órdenes y me insultan de lunes a sábado, por unas decenas de dólares cochambrosos. Se acabó el sobrevivir. Quiero un poco de ese lujo que sale en las televisiones, esas cosas que se hacen en los pisos superiores de los rascacielos de cristal. ¿Por qué yo no, a ver? Ya está bien de vivir en cuchitriles. De ver ratas y cucarachas por todos lados. De reventarte doce horas al día para cobrar mierda, y que nadie aprecie el esfuerzo. De no saber cuánto vas a aguantar, o si tendrás para comer cuando te pongas enfermo o las nubes te vuelvan a entrar en la cabeza, como el año pasado. Ya toco ese desfile de platos en el restaurante, y la muchacha hermosa en su minifalda trayéndome otra botella de cerveza. Ya veo esa vida que algunos dicen que existe en esta ciudad. Esto va a empezar. Ya están alineados. Bueno, este momento de ilusión al menos no me lo van a quitar, ¿verdad? Venga, dale. Eso es. ¡Más rápido! ¡Más rápido! Tu vieja madre. Dale fuerte en el flanco. Venga. ¡Más rápido! ¡Más…! Joder. Tu vieja madre. Joder. ¿Es que los cielos no se cansarán nunca de verme sufrir? Quizá la siguiente carrera. El viento y el agua no estaban alineados todavía a mi favor. Sí, eso es. La siguiente carrera. Vamos a la ventanilla…
Thursday, September 12, 2024
Jaulas
Thursday, September 5, 2024
La Ciudad de la Violencia (XIV)
La ciudad de los espejos
¿Quiénes somos? ¿Quién habita este lugar? No lo sé. Demasiados espejos. No somos más que reflejos. Cegadores. Cóncavos. Alargados. Convexos. Achatados. Fragmentados; especialmente esto. Los espejos están ahí para que no podamos vernos los unos a los otros. Para que la imagen nos persiga y nos ciegue. Para que la luz se torne sombra. Colocaron todos estos espejos en cada calle, en cada pared y en cada fachada, y ahora los reflejos nos ahogan. Imposible esconderse, buscar un punto muerto a través del cual desaparecer. Mira. Mira. Es obsceno cerrar los ojos y no mirarse, susurran los cristales esmerilados. En algunos edificios, incluso los suelos y los techos son de cristal. Pero es un cristal duro, un material que resiste los golpes de la carne y los huesos contra su superficie, por el que la sangre forma ríos coagulados fáciles, muy fáciles de limpiar. Los suicidas ya no se lanzan desde las azoteas para huir de sí mismos, sino para adorarse hasta el paroxismo final. Los mendigos gritan a sus gemelos con grandes aspavientos y amenazas masculladas. Nadie se siente seguro cuando camina, demasiados ángulos, demasiadas refracciones, demasiados ojos. Aunque nadie parezca ser capaz de mirar más allá de sí, aunque las multitudes sean una obscenidad compacta y desvirtuada. Mira. Juzga. Señala. Carcajéate. Humilla. Ese es el objetivo. Un mundo plano. Como los espejos. Una superficie lisa. Una división constante. El todo dejó de existir. Sólo existen los reflejos. Sombras que relumbran. La oscuridad es un elixir al que sólo los ricos acceden. Dicen que en la oscuridad se puede descansar. Se puede pensar. Incluso de maneras divergentes. Pero aquí, en las calles de esta ciudad, los espejos…
Saturday, August 31, 2024
Ethos
El fanatismo religioso y el fanatismo político son los dos ejes de pensamiento tóxico que dominan el ethos social de Hong Kong. Ambos invalidan la posibilidad de la empatía al construir discursos excluyentes de "dentro/fuera de...", y en último término potencian el egoísmo y los actos sádicos de linchamiento comunal como ritual establecido. Ambos constituyen buena parte de la esencia intratable de esta ciudad. La herencia colonial de desigualdad y arribismo, el (sin)sentido neoliberal de la existencia y la tendencia osificante de las tradiciones constituyen, básicamente, el resto de dicha esencia.
Monday, August 26, 2024
Escritores o profesores
Se puede ser un profesor que, ocasionalmente, escribe libros. O se puede ser un escritor que da clases para llegar a fin de mes. O una cosa o la otra, pero nunca ambas a la vez. Nunca.
Wednesday, August 21, 2024
Geografías locales XVII
Parques
Parques. Supuestos refugios contra la deshumanización urbanística. Sala de estar de aquel cuyo hogar no llega a los diez metros cuadrados. Arquitectura de la desigualdad, al cabo. Los jardines de las urbanizaciones de viviendas de protección social son una extensión geométrica de las relaciones entre gobernantes y gobernados. Espacios planos, incrustados, claustrofóbicos en ocasiones. Toscos asientos de granito en sus diversas variantes, tierra y piedras, poco césped -demasiado caro para gastarlo en esta parte de la ciudad-, algo de vegetación. ¿Sombras? No las merecen quienes este lugar frecuenten. Que se cuezan al sol. Así los niños crecerán endurecidos, escamados, aguantarán mejor el trabajo físico en pleno verano cuando crezcan; o puede que algún día no sobrevivan al calor extremo. Quizá mejor así; piedad inversa del aporofóbico. Algunas baldosas de goma con colores para marcar el área infantil o la zona de ejercicio de los ancianos. Démosles el lujo de extender los brazos en el parque, puesto que en sus viviendas tal gesto les es negado. Austeridad. Suciedad ocasional. Colillas. Plástico quemado. Restos de una comida donde el arroz sobrepasa a cualquier otro ingrediente. Hormigas y cucarachas. Adultos y viejos con rostros descontentos, desorientados. Niños todavía ajenos al desastre de crecer pobres. Madres desconfiadas. Alguna que otra empleada doméstica al cargo de los mayores, o buscando refugio de una condena llamada servicio. También hay divisiones entre los humildes. Qué gran contraste entre estos pequeños parques de barrio y las grandes extensiones verdes que se publicitan como atracción para el ocio en la ciudad. ¿No hay turistas aquí? ¿No? ¿Tampoco expatriados? ¿Y millonarios? Estúpido, los ricos no necesitan parques públicos. Pueden permitirse el privilegio de un asiento y un café de sabores exóticos bajo el azote violento del aire frío en plena canícula. Entonces, ¿para qué molestarse? Es más que suficiente. Ellos sabrán arreglarse. Total, están acostumbrados. No es cosa de hacerles creer que tienen derecho a lo mismo que los de arriba. Faltaría más. Realmente, el gobierno es bueno y se preocupa ya más de lo debido por sus vástagos infortunados. Y tan poco como agradecen las dádivas de los altos benefactores. Qué se habrán creído. Que se muden al otro lado, si no están contentos aquí. Maravillosa planificación. Cada distrito tiene su parque. Diapositiva cruda de un lugar y sus categorías, sus defectos, o incluso su hermosura más humilde. También de su fealdad más intrínseca e indisoluble. Vegetación selvática, amenazante si no se la trata con suficiente frecuencia. En los casos más afortunados, adornos florales prestados por un nutrido cuerpo de jardineros profesionales. Árboles de Bania con su aspecto fantasmagórico de cuento de hadas terrorífico, hogar misterioso de multitud de insectos y alimañas. Cuentan algunas viejas que dentro de estos troncos foscos y retorcidos desaparecieron niños de los que jamás se supo. Caracoles. Lagartijas. Lagartos. Serpientes. Pájaros de cola interminable. Palomas obscenamente obesas. Algún jabalí voraz, atraído por la falta de higiene. Mayormente, tráfico, incesante, a veces monstruoso en su tamaño e insistencia en rodear a aquellos que quieren santificar el pecado moderno de la improductividad. Pequeños fragmentos arrancados a la colina verdosa en la lejanía, y trasplantados a la locura urbana. Parques; ni siquiera a uno aquí le es permitido olvidarse de su condición social. Descansa. Escucha. La algarabía selvática de la megalópolis se endulza aquí lo suficiente para el oído humano. Respira. Sonríe. Y ahora, vuelve al centro comercial.
Sunday, August 18, 2024
Bosquejos de una sociedad XV
Hala, otra ronda completada. Joder, me estoy mareando ya de tanto ir y venir. ¿Cuántos pasajeros se han subido en el último recorrido? Espero que compense, su puta vieja madre. Estoy cansado. Quiero quitarme esta carga de encima. Pagar mi deuda y terminar con esta mierda de trabajo. Mi negra suerte, quién me mandaría meterme en ese local de apuestas el marzo pasado. Y ahora, mira, aquí al volante diez, doce horas, las que te caigan, y no le hagas ni un rasguño a su vehículo, ¿eh?, ni estropees nada, que te lo sacarán en dinero, y si no, en sangre. Mecagüen los tatuajes de su vieja madre, vaya mala gente… Venga, subiendo, a ver si se completa esto rápido, y vamos con otra vuelta más. Total, sólo son dieciséis asientos, esto es un mini bus, no es un mastodonte de dos pisos de esos. Calcula bien, ¿cuánto te dijeron que necesitabas hacer hoy? Vaya consorcio de gánsteres, no sé cómo el gobierno hace la vista gorda con esto desde hace tanto tiempo, alguien tiene que estar untando a los uniformados y a los jefazos en los despachos, así, por debajo de la mesa. Cabrones todos. Y yo aquí, viejo y medio enfermo, y conduciendo como un desquiciado. Hay que darle al pedal, hay que hacer el mínimo diario de vueltas, y el mínimo de pasajeros, y luego más, claro, para ir reduciendo la deuda y sus putos intereses. Usureros. El coño de su madre. Que me rompan las piernas o me cosan a navajazos ya, joder. Es mejor morirse así, rápido, que esta agonía diaria, interminable. Mecagüen todo, ¿pero con qué sube este subnormal? La bicicleta, ¿dónde? ¿Aquí delante? ¿Estás tonto o qué? No ves que no hay espacio, que voy a dar una curva y se me va a caer encima, o se les va a ir contra los de la primera fila. La bicicleta de tu vieja madre la cargas contigo, y si quieres le pagas un asiento, joder, como si fuera tu novia. Joder, lo que hay que ver. Venga, ya casi estamos. Mierda, quiero ir al baño a mear, pero no sé si podré. Siempre lo mismo. Tendré que buscar un baño público por ahí en la ruta junto al que pueda aparcar un minuto y hacerlo ahí, y al que proteste que se joda, que pague un taxi. Aquí me bajo ahora y me dicen de todo. Ese cabrón del encargado, viejo asqueroso. Sentado ahí en su taburete todo el día, junto a la parada, mucha sonrisa y mucha mierda, pero intenta tomarte un respiro y ya verás como salta. Bueno, ya estamos, ¿no, jefe? Casi lleno. Sí, eso pensaba yo. Arrancamos. Ahí vamos otra vez. Que los cielos me guarden. Con cuidado. Por aquí se ponen a cruzar siempre por el medio de la carretera, algunos cargando sus bolsas y sacos llenos de vete a saber qué. Su vieja madre. Si espachurro a una de estas cucarachas de dos patas me jodieron la vida: unos me mandan a la cárcel, y otros al infierno cuando salga. Y la deuda ahí, creciendo, mientras me pudro en el talego. Vida miserable. Anda, vamos a poner la radio, un poco de música para animarse. Mira, los semáforos en verde, dale cera, que no te tengas que parar en el puto medio, un poco de suerte y los pasamos todos de una tacada. ¿Qué chilla la mujer esa? ¿Que frene, que no se ha puesto el cinturón todavía? Pues espabila, gallina loca, que esto no es una limusina, ostia. Calladitos por ahí atrás, que me mareáis entre todos. A ver, ¿alguien tiene parada junto a la estación? No, pues seguimos, no me hagáis frenar luego, joder. Ni me pidáis que pare en el medio de ninguna parte, porque luego las multas las pago yo todas, y es mi puta ruina. Por vuestra culpa. Por culpa de todos. Por mi mala fortuna; los cielos me llueven mierda y no tengo paraguas. Ahora tenemos una buena recta sin paradas. Aceleramos. ¡Joder, subnormal! Puto mico taxista, ¿por qué te me metes cuando estoy acelerando, quieres que nos matemos todos? Joder, abuelo, jubílate, deja de conducir y vete a jugar a las damas chinas en un parque. Eso o muérete. Pero no me jodas la vida a mí. Siempre igual. Gritos por aquí, que si no has hecho suficiente caja hoy, que si te toca hacer una vuelta más, que si has tardado demasiado en esta tanda, que si hay un rallón en un lado… Y luego todos los subnormales cruzándosete por la carretera, cambiando de carril sin señalizarlo, puteándote porque les sale de ahí. Y las cotorras desplumadas ahí detrás que no callan, despotricando y hablando mal de todos, y luego insultándote porque giraste brusco, o diste un frenazo y se les calló el peluquín. Viejas putas. O los que dejan a los niños sueltos, y si les pasa algo te dicen que te van a llevar a juicio y sacarte todos los cuartos. Subnormales profundos. ¿Qué cuartos? Si no tengo ni para una cerveza con la cena de hoy. Joder. Todos pidiendo. Todos quejándose. Todos presionando. Su vieja madre. Anda, levanta un poco el pie del acelerador. Se han quedado en silencio por ahí atrás. Acojonados, ¿eh? Así me gusta. Tranquilitos. Suaves. Y me decís claramente dónde os bajáis con tiempo. O si no os jodéis y esperáis a la siguiente parada. Ya está bien de joderme la vida. Esa noche andaba bebido, no controlaba el juego, y ahora meses y meses pagándolo. No hay derecho. Un coche de maderos. Cabrones, pasad de largo, dejadme en paz, que ya tengo bastante. Qué cansado estoy hoy. Cuando llegue a casa… Esa es otra, el casero y su mierda de que tiene que subirme el alquiler. Por ese cuchitril de mis… Gente perra. Todos jodiéndome. Y yo reventado seis días a la semana, siete si tienes mala suerte, y la situación que no mejora. Los cielos no quieren abrirse. ¿Me habrán echado algún mal de ojo? Puñetero destino. Debería ir al templo a pedir ayuda. Unos inciensos y una ofrenda, y que el viento se lleve ya la mala fortuna. Eso es. Ya he sudado bastante, ya cumplí. Dejadme morirme tranquilo. Mierda. Atasco. Espera, por este carril. Vamos, no te quedes atrapado. Gastar gasolina y no hacer caja. Ya está bien. Todo contra mí. No te metas, puerco, es mi carril. Si te metes me paras y me jodes. Bueno, parece que era sólo la entrada al distrito. Vamos mejor ahora. Concéntrate, vienen tres semáforos seguidos. Hay que pasar este tramo rápido. ¿Alguien tiene parada? Nadie contesta. Mejor. Venga, uno pasado, siguiente semáforo. Tú puedes. Hoy voy a terminar a tiempo. Ya está bien. Odio este cacharro horrendo, odio a sus dueños, ostia puta…Venga, ya está. ¿Qué gritáis? No puedo ver, ¿por qué está todo borroso? Joder, voy a mearme encima. No aguanto más. Estoy mareado. ¿Hemos pasado ya el último semáforo? Creo que sí. ¡No! ¡Joder!...
Saturday, August 17, 2024
Ma-jeuk
Tarde de domingo. ¿Quién será el primero en sugerirlo esta vez? No importa, siempre hay alguien. La televisión a todo volumen. Estruendosa. Pon las noticias, el programa de variedades, cualquier cosa que impida discutir los problemas de la vida real. Vamos a jugar una partida de ma-jeuk. Ya está. Dicho. Cuatro personas. El rectángulo. La forma perfecta para la socialización. También para la competición. Despliega el tablero. Ese verde tan escaso entre el hormigón, el hierro oxidado y el cristal del paisaje urbano. Pon las patas. El hermoso claqueteo de las piezas cayendo y desparramándose. Pequeños ladrillos de historia de un pueblo. Bellos en su insignificancia trascendente. Otra vez los caracteres, ese código excluyente para marcar quién pertenece y quién no. Para alardear de hermetismo. Y poco más. ¿Y eso qué importa ahora? El placer de las fichas moviéndose entre las yemas de los dedos. Mezclar con la ternura absorta de un buen cocinero. Método y placer. El secreto del ocio. Los sentidos embotados ante la perspectiva de lo incierto, el dinero que flotará, siempre lo hace, sobre cada gesto y decisión. Así en esta sala como en el mundo. Excitación. Reparto. Sonrisas. Emparejamientos, quizá. Viejas rencillas que separan y distribuyen. Sube el volumen de la televisión. Quiero escuchar lo que están diciendo. En realidad, quiero dejar de oír a quien tengo a mi lado. Rituales para hacer la convivencia tolerable en tan reducido espacio. No parece tan mala idea, en un principio. Comenzamos. Golpea las fichas contra la mesa al colocarlas, exponerlas. Aquí construyo mi pequeño mundo, mi fortuna o mi perdición. La línea de la vida. Bromea con todos. Ríe estruendosamente. Pide comida a quien pulule por la cocina en ese momento. El reducido espacio doméstico congestionado por la presencia del grupo, hecho uno con siglos y siglos de socialización lúdica. Que nadie moleste, que no vengan a pulsar el timbre y desmembrar la geometría perfecta de este juego. Qué fastidio levantarse, esperar, fingir interés en las visitas. Los nombres, las diferentes formaciones y su invocación casi mágica. Esas combinaciones que suenan a fortuna o a castigo. Golpea las fichas contra el tablero. Otra vez. Con fuerza. Carcajéate. No existe la piedad en este juego. Las deudas no se perdonan. Ni siquiera a los familiares. Especialmente a los familiares. Aunque las jerarquías no se diluyen en el frenesí del círculo de turnos. Cuidado. Algunas personas son demasiado rencorosas para olvidar una humillación de bambú, marfil o hueso. Fluyen las anécdotas, la tarde da paso a la noche. Siempre esa vieja historia de algún familiar y sus deudas de juego, contada una y otra vez, de diez maneras diferentes, a cuál más trágica y calamitosa. Alguien sugiere parar para la cena. Todos los jugadores protestarán, con mayor o menor vehemencia dependiendo de su suerte ese día. Las estrategias de cada uno serán luego ampliamente comentadas sobre la mesa, entre bocados de arroz y cerdo asado. Las personalidades han quedado expuestas. Los defectos exhibidos. Esperemos no llegar a los insultos y las amenazas esta vez. Así en el juego como en la vida. Crueldad, método y destino. El ocio nunca es ocio meramente. Y nadie quiere que se le niegue una nueva oportunidad de combinar las fichas. Nadie quiere sentirse expulsado del clan.
Friday, August 9, 2024
La Ciudad de la Violencia (XIII)
El sacerdote corría presto y energético, alzando los faldones de su sotana con la velocidad de sus pasos nerviosos. Firme en su mano, doblado el brazo cerca del pecho, llevaba el Libro Sagrado, exterior de piel e interior amarillento por un supuesto uso. En su rostro revelaba la excitación infantil del que corre sin concebir siquiera la posibilidad de abandonar la prisa de las tareas asignadas. La mirada recta en el frente, para que todos en la calle admiraran su concentración. ¿Qué podría pasar por la cabeza de tal personaje? Sólo pensamientos de provecho para la comunidad, claro está… La inmundicia del día a día no le alcanzaba. Ah, pero qué placer chapotear en esa miseria y sentirse incólume. Es la bendición de los elegidos. Claro, como él. No como esta gente mugrienta que le observaba entre divertida y solemne. ¿Qué sabrán ellos de solemnidad? Solemnidad la del rito, la del esfuerzo por perpetuar la sumisión y el homenaje. Ya podían aprender estos harapientos. Sus mentes se habían torcido y deformado al pasar de los años. Poco se podía hacer ya por ellos. Aunque los niños… la pureza que hay que aislar y moldear. Sí, necesario el moldeo. Sus dedos…Esa visión viscosa y lacerante en su albor, divinidad intuida. Sólo atisbos: al cerrar los ojos en el canto, en la humareda embriagadora de la oración en grupo, en la cercanía con…Bah, sonrisa. Todo se les perdona a los elegidos para guiar, a los que, como él, vienen de una estirpe de pastores sin fisuras. Destinados antes de nacer. ¿Por qué no entenderán estos mugrientos que es inútil resistirse al designio divino? ¿De qué les sirve subvertir lo establecido con aspavientos de mico y poner el mundo boca abajo? Sólo para que el infierno acabe en el cielo. No lo entienden. No lo aceptan. Ignorantes. Deben ser castigados. Ah, el placer del castigo al impío. La herida abierta que llama a los inicios de la existencia. El recuerdo perenne en la carne. Sumisión. Donde hay un señor los siervos sufren y aceptan. Ah, la carne. La tocas y piensas en la vida y la muerte, juntas. Sublime. Horrible. Otra vez esa pulsión, siempre esperándote en la sombra… El rostro del sacerdote se contraía en un gesto involuntario y fugaz, asco o dolor, nadie lo podía saber con certeza. Dignidad. Autoridad. Respeto. Otra vez esos labios distendidos en la placidez del que controla el poder. Mejor así. Somos uno. Religión y estado. Eficiencia y consuelo. Eso o algo mucho peor. ¿Por qué existirían necios que se resistían con tal ahínco suicida a aceptar esta verdad? Peor para ellos. Se merecían su final. Que los perdonaran en los cielos. Quizá. O no. Nunca. Castigo. Sacrificio. Algunos tan jóvenes, casi bellos, como esa muchacha hace unos días. Pobre. El rostro bovino, congelado por el terror. Y tanta sangre, por todos lados. Entereza, la presencia del sacerdote fue necesaria. Momento transcendente, aún en su bajeza y pestilencia. La composición de la escena tenía algo de hermoso en su horror. La religión salva, la religión purifica. Es solución universal y fin último y redentor. Incluso para el renegado. Especialmente para este. ¿Cómo podríamos aceptar algo diferente? Nada le ha de ser ajeno a nuestra moral. Ley de vida. Y de muerte. Sobre todo de muerte, si fuera necesario. El Mal surge del desvío y el alejamiento de este camino, del cuestionamiento. Lo que está es, y para lo que falta está la palabra sagrada. El resto es innecesario. Deletéreo. Mala hierba a ser arrasada. Y si en el pasado no se alcanzó una resolución, fue por falta de fe. Ahondar en el propósito, redoblar esfuerzos, perecer o hacer perecer como extremo, pero nunca desviarse. Eso jamás. La duda mata. A ellos al menos los mataría, si yo encontrara la semilla del descreimiento en su interior. Qué gran responsabilidad la mía. Buscar, hurgar, encontrar, extirpar. Denunciar. Ejemplificar para que la comunidad se purifique. No puedo flaquear. Apretar los dientes. Ya está. Y seguir. Impertérrito a la duda. A la súplica superficial y engañosa. Sólo el dolor puede redimir. Y enseñar la dirección correcta. Cuidado, no tropieces. Este pavimento es engañoso. Como la vida. Y por eso me necesitan. Dame fuerzas, oh, Dios. Sonrisa.
Entre estos y otros pensamientos volanderos discurría el trotar del sacerdote por las calles, su territorio de custodia y trabajo. Todo el mundo era fiel devoto y observante de los ritos en la Ciudad de la Violencia.
Sunday, August 4, 2024
Callejones
Saturday, August 3, 2024
Tendencias naturales
Pasamos de la inconsciencia de la vida, a considerarnos poco menos que inmortales, y de ahí a desarrollar una zozobra progresiva ante nuestra fragilidad creciente e irreversible. Leyes eternas.
Monday, July 29, 2024
La Ciudad de la Violencia (XII)
Vamos con otro día de rectificación y enseñanza. Bastardos. Pollos desplumados corriendo sin dirección. Deben aprender a comportarse. Deben ser castigados si se resisten. El castigo es parte de la educación. Hazles memorizar, y una vez hayan memorizado todas esas fechas, nombres ilustres, hechos, la labor estará iniciada: un sentido de orgullo patriótico se habrá implantado en ellos. Y germinará, despacio, poco a poco, no importa. Hazles tener un sentido de pertenencia. Pobres diablos. Dales una dirección correcta a su vida. Que se sientan parte. Que reciten. Que actúen. Que experimenten el poder del grupo, de la acción colectiva. La nación. El imperio. La Cultura. Algo mucho mayor que todos nosotros. Milenario. Visceral. Instintivo. Que desfilen. Que icen la bandera y canten bien alto. Que tengan disciplina y asuman rutinas sin cesar. Sacrificio. Por lo que nosotros les digamos. Por lo que yo les diga. Porque es necesario estar preparado para lo peor. Venga de donde venga. Una lección que les acompañe toda su vida. Un escarmiento. Fortalecer al débil. Si le cuesta más, que sude y se esfuerce más. La dureza de la vida. Eso no se puede ocultar. Y la virtud de la obediencia. La sumisión. Que ellos la sientan tal como la siento yo. Excitante. Inabarcable. Suave y viscosa. Algo vivo. La vida. Todo lo vivo se alimenta de algo que ha muerto, algo menos desarrollado, algo vacilante. La acción, bien encauzada, es el principio del éxito. Obedecer, dirigir, avanzar. Hacia nuestro destino ineludible. El futuro sólo te pertenece si quieres adueñarte de él. Y yo les enseñaré esa senda. Al que nos retrase, le tiraremos del vagón. Al que nos cuestione, le lincharemos hasta que no sea más que un bulto tembloroso y sanguinolento. La humillación alecciona. El fuerte la aprovecha para crecer. Y para aprender a odiar. Qué importante es saber a quién amar y a quién odiar. Qué importante es dirigir. Otros pueblos perecen en sus dudas, sus vicios, su compasión cegadora. Pero el fin nunca debe olvidarse. Perseguirlo hasta la extenuación, la muerte. Morir con honor si fuera necesario. Edificante. Antídoto contra el miedo, contra la duda. La victoria que niegue todas las utopías. La razón última del más poderoso. ¿Quién habría de necesitar más? En otros tiempos, quizá… No, no nos engañemos, la Historia siempre ha sido así. Pilas de muertos sobre pilas de muertos. Y siempre lo será. Hasta que los muertos nos inunden y flotemos entre ellos. Hasta que nosotros seamos la carroña. Hasta que la destrucción lo purifique todo. Hermosa pulsión de muerte, ¿no os parece, muchachos? ¿No? Aprenderéis a amarla. Por la cuenta que os trae. Aquí lo diferente no se tolera. Aquí todos marchamos juntos en una dirección, y quien entorpece el paso cae y es pisoteado hasta convertirse en pulpa, jugo del que alimentar a la tropa. Qué importante es la educación, chiquillos. Qué importante es entender, asentir, sobrevivir, y después triunfar, castigar, dominar. No podría concebir mi vida de otra manera. Y mi tarea es que vosotros no podáis concebirla jamás de ningún otro modo.
En estos pensamientos se consumía el camino al instituto para el profesor. Comenzaba otro día en la Ciudad de la Violencia.
Wednesday, July 24, 2024
Reflexión laboral de hoy hace 8 años (y aún sigue plenamente vigente, me temo)
Escuchar a 2 profesores, a los que no conozco personalmente y a los que no necesariamente dirijo mi crítica posterior, de la universidad en la que fui lector aeci, quejándose en un video blog en YouTube de la falta de profesores de español suficientemente cualificados y con conocimientos del idioma y cultura locales en esta ciudad me hace sonreír entre irónico y cansado al pensar en la cantidad de lectores aeci, especialmente, así como otros buenos profesores, que se han ido de HK hartos del mamoneo, maledicencia, putadas trepas, abusos personales y demás locuras laborales de este lugar. Hay cosas que no queda bien decirlas en público, evidentemente, y palabras como amiguismo o bullying, opacidad o intrusismo son difíciles de pronunciar en público, además de poco elegantes. Me pregunto, malo maloso yo, si uno de estos profesores que se queja de la falta de personal cualificado para el programa que administra me contrataría si le enviara mi cv, y si no, por qué razón no lo haría. Les deseo suerte y buen rollo a estos muchachos y a los que vengan a trabajar en esta ciudad de jerarquías laborales opacas y ficticias y filosofías de vida tóxicas, es decir, en esta auténtica merienda de negros. Y gracias a la Vida por darme cosas mucho más importantes que el trabajo con las que ocupar mi existencia.
Sunday, July 21, 2024
Líderes alucinados
Me temo que la magnitud de las grandes catástrofes que se ciernen sobre nuestras cabezas, y que a toda costa deberíamos evitar, supera con creces las aptitudes y voluntades de la clase política mundial. Se avecina el tiempo de los profetas, oráculos y demás líderes alucinados. No parece que vayan a ser buenos tiempos…
Saturday, July 6, 2024
Diccionario subnorlaboral de HK
Entrada 1: Gerente / Coordinador / Manager:
Puesto correspondiente a gente sin vida propia fuera del trabajo, por lo que se dedican a crearles problemas laborales a los demás para así rellenar el vacío de su existencia. Tóxicos.
Wednesday, July 3, 2024
Raíces
¿Dónde está la raíz del egoísmo, el gregarismo cobarde, la pasividad dócil y servil de esta sociedad? Hay que buscar esa raíz y arrancarla de cuajo ya.
Friday, June 28, 2024
Bosquejos de una sociedad XIV
Sube, une, trenza. Sube, une, trenza. Joder con el sol. El calor me marea. No te caigas. No mires abajo. Sube, une, trenza. Otra vez. Y otra. ¿Cuántos pisos esta vez? ¿Veinticinco, treinta, cuarenta? Da igual. Llegaremos arriba. Cuando estás abajo es lo peor. Siempre abajo. Al nivel de las ratas. Pero sin mí sus torres se caerían a pedazos. Ellos no tienen huevos para subirse hasta lo más alto. Fueron a la universidad para evitar eso. Une, trenza, comprueba. Une, trenza, comprueba. Compruébalo bien. Ya lo sabes. La vida de otros depende de que no te distraigas, de que cada paso lo hagas con la suficiente atención y no dejes nada suelto. Su vieja madre, con esta responsabilidad deberían pagarme más que a esos fantoches trajeados de Admiralty. Pero eso nunca será así, ¿verdad? Une, trenza, comprueba. Vale. Necesitas ser sistemático. Ojalá esto me ayude a entrenar el cerebro para la partida de ma-jeuk del domingo. Tiene que hacerlo. Un día no seré ya capaz de seguir subiéndome aquí. Un día cometeré un error, y me moriré por ello, o se morirá otro pobre macaco como yo. Es el sino de los pobres diablos. Une, trenza, comprueba. Pero mientras aguante, continuaré poniendo estos esqueletos de bambú en las paredes de vuestras casas. No os gusta, ¿verdad? Pues salid aquí fuera y reparad la fachada vosotros. Ah, no, ¿que no queréis hacerlo? Bueno, pues ya lo hago yo, y le pagáis al maestro obrero, y él me pagará a mí por aprender, y un día seré yo el maestro, y otros tendrán que joderse y aguantar este sol asesino y la lluvia súbita, y los mareos o los pasos en falso. Aguantar, cobrar, otro día, otro piso, otro bloque. Une, trenza, comprueba. Vale, este nivel ya está. Vamos con el siguiente. Lo que más me gusta es cuando estoy arriba del todo y miro abajo y veo mi trabajo, desplegado, imponente, joder, ¿eso lo hemos hecho nosotros? A ver cuándo nos dan un premio, una medalla, un papelito diciendo cuánto contribuimos a la sociedad. Los maestros del bambú. Es casi como un viejo estilo de kung-fu. Flexible y duro. Y nosotros conocemos sus secretos. Lo movemos. Lo unimos. Lo fortificamos. Un palo largo detrás de otro. Todos juntos son mejores que el acero, su vieja madre. Si aprendiéramos la gente, y fuéramos como el bambú… pero la gente no es fiable, se resquebraja, se desliza por las junturas, y todo se desploma. No entienden este arte. No entienden nada. Malnacidos. Venga, vamos, une, trenza, comprueba. Sube más troncos, o tendremos que parar. ¿Es la hora de la comida ya? Debería aprender más cosas, para cuando sea demasiado viejo para esto. Pero algunos dicen que nunca se es viejo para esta actividad. Que un maestro no puede parar. Aunque sólo sea para guiar a los jóvenes, a los que no saben. Dar una lección de vida. Une, trenza, comprueba. ¿Veis, ignorantes? Tanta pantalla y tanta lengua de fantasmas, pero esto es lo que importa. Aprended. ¿Qué puede haber más chino que esto? Que inventen una máquina que suba cuarenta pisos y te monte andamios de bambú, que lo intenten. Cabrones. Esto no es para cualquiera. Dicen los compañeros que lo pagan bien…no entienden una mierda, su vieja madre. Deberían pagarlo mucho mejor. Deberían darnos las gracias al final de cada día. Pero, ¿qué sabrán ellos? Nunca han estado aquí arriba, con el viento golpeándote traicionero. Con todas las azoteas y lo tejados a tus pies, como si fueras un pájaro volando bien alto. Pero no puedes perder la cabeza con sinsentidos. O alguien lo sufrirá. Quizá tú mismo. Joder. Metódico. Une, trenza, comprueba. Todos los días: une, trenza, comprueba. Y luego, deshaz lo hecho, retíralo todo. Es otro arte. Pero no te dan tiempo para disfrutarlo. Cuanto más te demores, más dinero piensan los contratistas que pierden contigo. Cucarachas. Que se suban aquí y lo desmonten ellos. No mires abajo ahora. Estás sudando mucho. Ten cuidado. Es una lección de vida: une, trenza, comprueba. Une, trenza, comprueba.
Friday, June 21, 2024
Máscaras
Una sociedad en la que importan más las máscaras que lo que hay detrás nunca será un buen ejemplo de casi nada.
Monday, June 17, 2024
Letrilla improvisada para ser musicada, si fuera posible
Le canto a la gente sencilla,
Le canto a la gente buena.
Le canto a los que saben
que el engaño no merece la pena.
Le canto a los que sudan su pan,
Le canto a los que recuerdan
De dónde vienen
Y también a dónde van.
Le canto a los que andan su camino,
Sin herencias, favores, derechos divinos,
Pero paran sus pasos y ayudan
Cuando se encuentran con alguien caído,
Que no puede levantarse
y seguir con su destino.
Le canto a los que dicen verdades
Y son golpeados,
A los que perdieron amores
Por dinero robados.
Les canto a los viejos que escuchan,
A los jóvenes que sueñan,
Y a los que se preguntan
Dónde quedó el amor,
Dónde la lucha.
Saturday, June 15, 2024
Cosinas pequeñas pero importantes
Una sociedad que coloca al trepa lamebotas, oportunista y maledicente como modelo de éxito laboral de manera implícita; y al subordinado sumiso, silencioso y acobardado de manera explícita; una sociedad así, decimos, nunca podrá ser modelo de nada bueno.
Thursday, June 13, 2024
Breves sesgos, 1
La tragedia de la oblicuidad que envenena todas las relaciones sociales en esta cultura.
Wednesday, June 12, 2024
Personas inusuales 1
La virtud del perdedor sempiterno que aún podía ver y disfrutar las cosas buenas de la vida. Una lección moral de resistencia contra los valores tóxicos y corrosivos de la sociedad.
Thursday, May 23, 2024
La Ciudad de la Violencia (XI)
Y entonces la gente dejó de leer, dejó de escribir, y la demencia comenzó a convertirse en un mal endémico, una epidemia; incluso entre los jóvenes. Los colores subyugantes y los sonidos estridentes se sucedían mientras las sociedades se pudrían vivas.
Wednesday, May 8, 2024
La Ciudad de la Violencia (X)
El profeta harapiento se subió a una pila de cajas, abrió el libro rugoso de tapas negras, y comenzó su sermón inverso entre los indolentes paseantes sin rumbo de la destartalada plaza, desempleados, viejos, quincalleros, gente arisca y descuidada: "Y el Demonio vino a esta tierra para alabarla y tomar posesión de cuanto en ella hubiera. Y todo lo que aquí se irguiera sería para adorarle. Y todo el sudor y la sangre vertidos serían para saciarle. Y los hijos de los hijos de los hijos de los habitantes del lugar le tributarían sus deudas, y así sus descendientes hasta el fin de los tiempos...". Dictum est. Mirad a vuestro alrededor y escuchad la historia de las piedras y los canales, recordad de dónde viene vuestra tristeza... ¿Acaso alguien escuchó al profeta esa mañana húmeda y pegajosa? ¿O estaban ya todos habituados a tomarle por loco?
Sunday, May 5, 2024
Geografías locales XVI
Thursday, May 2, 2024
La Bestialidad
La vida es una lucha constante contra la Bestialidad: la bestialidad del Tiempo y sus desgastes; la bestialidad del sufrimiento innecesario y la frustración que de él emana; la bestialidad del egoísmo, de la cobardía, de la necedad; la bestialidad del Mal como modelo social. Es una lucha sin remedio perdida y, sin embargo, ineludible, necesaria, trascendente. Es lo que dignifica al ser humano.
Tuesday, April 30, 2024
La Ciudad de la Violencia (IX)
- Señor, hoy ha vuelto ese individuo, malencarado y sucio, con sus quejas y peticiones. ¿Debo contestarle?
- En principio, no. Ignórale. Es una señal de debilidad escuchar al débil.
- Pero yo me pregunto si no habrá algún eco, un mínimo resquicio de verdad en lo que dice en su demanda, señor. Está pidiendo que se le explique lo que le sucedió a su familia, nada más…
- ¿Nada más? Idiota. Siempre hay algo más. Siempre hay un ejercicio de mala fe en cuestionar los procedimientos de la Ley y sus resultados. Esa gente debería estar agradecida de que no les metamos a todos en una celda y les dejemos pudrirse ahí. Sería un bien para la sociedad, ¿no crees tú, muchacho?
- Sí, señor, pero…
- Veo dudas en ti. No durarás mucho en este cuerpo gubernamental si tienes tanta zozobra dentro. Deja de preguntarte dónde está o deja de estar lo moral y te sentirás más fuerte. Serás más eficiente. Y eso es lo que importa: la eficiencia. Para eso estamos aquí.
- Sí, señor.
- Además, nosotros somos tu familia. No somos un trabajo, somos mucho más que eso. ¿Escupirías tú a la cara de tu familia? ¿Pondrías en duda la integridad de los tuyos? No lo harías. Entonces, ¿por qué lo haces con nosotros? ¿En qué nos diferenciamos?
- Quizá en algún momento hubo un exceso de…no sé, celo, podríamos decir. Es lógico que ese pobre diablo se sienta desasosegado. Son varios meses ya sin saber de su esposa y sus hijos. Y yo he intentado buscarles en nuestros registros, pero algo falla, porque no aparecen, es como si…
- ¡Desgraciado! ¿Qué les has buscado en nuestros registros? Eso es una falta grave por tu parte. Los informes son suficientes. Los registros son inescrutables. Lo que hay es lo hay, y lo que no está no existe. No debe existir. Los procedimientos son infalibles. Son nuestra gimnasia diaria. Si los abandonamos, si los mancillamos, seremos derrotados por el caos. ¿Qué son ellos, los que protestan ahí fuera, muchacho?
- Son…gente descontenta, gente que…
- Son el caos. No hay más orden posible que el nuestro. Por tanto, ellos son el caos. Recuerda esto si quieres seguir perteneciendo a esta familia y disfrutando de sus privilegios.
- ¿No sería posible que se hubiera cometido…que esa mujer y esos niños estén…?
- No seas tan estúpido como para verbalizarlo. Lo que no se dice, no se registra. Lo que no se registra, no existe. Y no, no es posible. Aún cuando la pestilencia que emana de las mazmorras de los bajos de este edificio te hiera el olfato y te haga llorar sin que sepas por qué, no es posible. Los que dicen que esos olores son cadáveres, son extremidades desmembradas, solo se buscan su ruina. Son sólo los restos de los banquetes de los altos cargos. Son las letrinas de los poderosos. Nada más. Nunca podrán ser nada más. No seas estúpido o te enviaré a conocer esos pisos bajos, muchacho. No arruines tu vida. Eso es lo importante. No los demás. Tú, y nosotros. No ellos.
- Sí, señor.
- Ahora, ¿qué vas a hacer con esa queja y esa solicitud de revisión del caso?
- Enviarla a los tribunales de conducta, señor. Es sospechosa de falta de respeto a la autoridad y de actos antipatrióticos.
- Bien, muchacho, veo que vas a ser un buen hijo de este gobierno. De cualquier gobierno. Necesitamos gente como tú. Buenos ciudadanos. Positivos. No escoria mal vestida y retorcida. Nosotros somos la línea recta. No ellos. No dejes que te confundan con sus palabras ladinas. Nosotros somos tu familia. Ábrete a nosotros y sé parte. No te hundas en el fango de los perdedores. Disciplina y entereza, muchacho. Recuérdalo.
- Sí, señor. Gracias por su tiempo y sus consejos, señor. Es mi buena fortuna tenerle como maestro en estas lides.
- Bien, hijo, bien. Así debe ser…
Thursday, April 18, 2024
Geografías locales XV
El templo de los diez mil budas
Escondido tras varias moles de acero y cristal, burocracia y consumismo, apenas señalizado, como si buscarlo fuera una excentricidad de viejos supersticiosos y turistas aburridos de pasear por centros comerciales. Colina estrecha y de maleza agobiante (aquí los dioses se cobraron la vida de la guardiana no hace mucho), entrada sucia y mal atendida. Y, sin embargo, ahí están: sonrientes, falsamente solemnes, indescifrables. Las curvas no permiten visualizar el recorrido completo. Los insectos y el bambú creciendo a los lados completan el contraste, el exotismo. Desconfianza. ¿Realmente es algo serio? ¿Realmente la vida lo es? Cada rostro es diferente, varían las posiciones, las caras te ignoran o te interpelan. Sube. Gira en la curva. Ahora hay escalones de piedra. ¿Ves mejor la hilera? No interpretes. Movimiento. Sé parte. Asciende. El sudor. Estar vivo. ¿Lo están ellos? ¿Alguien lo está en esta ciudad? Míralos. Se burlan de tu esfuerzo. O quizá te dan la bienvenida. ¿Son sinceros? Sus códigos son impenetrables para alguien como tú. ¿Falta de conocimiento, distancia cultural? Los signos te avisan: falsos monjes pululan por la zona pidiendo limosna. Evítalos. ¿Sientes vergüenza por ellos o por ti? A medio camino, objetos inverosímiles. Una bicicleta estática, ¿abandonada o puesta a propósito? Un triciclo a motor, ¿cómo habrá subido hasta aquí? Sigue subiendo. Un poco más arriba venden tofu azucarado en sopa de jengibre o refrescos. Era de esperar. Continua. Mira la ciudad, aparentemente lejos, al otro lado de la colina, la autopista y los rascacielos residenciales. Enmarcado entre estos cuerpos dorados y atemporales, el ahora se difumina, pero no sabes si es trampantojo o necesidad. Más escalones, más giros. Ellos siguen absortos en sus técnicas de meditación, de escapismo quizás. A medida que nos acercamos a la puerta de entrada, aumentan las poses obscenas y ridículas. Esta no es una experiencia trascendente. Nada lo es. Todo lo es. Bienvenido. Flores rosas y budas gordos en un fondo rojo. Imágenes de diosas asiáticas que podrían ser adoradas a miles de kilómetros por personas más oscuras. Es una hermandad ajena al Occidente. Quizá quiera serlo intencionalmente. Colinas. Montañas. No hay aire acondicionado aquí. Tampoco tiendas de muebles europeos, esas quedaron más abajo. Las imágenes parecen ahora más solemnes. Las cajas de donaciones se multiplican. Unas escaleras más alejadas llevan a otro pabellón, rodeado de viejas construcciones en ruinas, piedra cubierta de musgo. La torre en la esquina es diferente. Rectángulo de pequeños guerreros de piedra gris, todos amenazantes, violentos. ¿Sientes la energía? No entres, no saques fotos. Márchate. No es para ti. Baja las escaleras. ¿Tienes prisa? Los budas se burlan de ti como despedida. Fila dorada de vuelta a lo moderno, al plástico, a la inanidad. A tu mundo. ¿Qué fue esta experiencia? ¿Broma o trascendencia? ¿Cómo estar seguro? Al pasar junto a las oficinas gubernamentales reparas ahora en la puerta con un gran arco chino de piedra en la esquina de la calle. Gente local entra allí con gesto adusto, flores y construcciones de papel. La ceniza flota en el ambiente. No entres a tomar fotos, turista idiota. Respeta los cementerios. No hay budas burlones aquí. ¿Te sientes mareado por esta concentración de credos, costumbres y actitudes? Entra en el centro comercial. Siéntate y come un helado. Vuelve a tu país. Antes de que los fantasmas de estas colinas se rían de ti. Antes de que los budas dorados cierren la fila y te atrapen para siempre. ¿Quién es el burlado ahora?
Sunday, April 14, 2024
La Ciudad de la Violencia (VIII)
El manicomio
¿Ves ese edificio de ahí, hija mía? Sí, ese gris y verde pálido, con las paredes desconchadas y ennegrecidas. ¿Sabes qué es? Un hospital, sí. Pero uno muy especial. Es el hospital para los enfermos mentales. El manicomio. Allí es dónde meten a todos los que han dejado de ser productivos, o a los que amenazan la productividad. El objetivo es curarles, volver a hacerles útiles para… no sé, para los que controlan y dominan todo esto. Para los dueños. Dicen que es para proteger al resto de los ciudadanos. Como si la locura fuera un virus. Como si la gente se volviera loca por pura biología, y no porque les vuelven locos. Pero a esos, a los responsables, las malas personas, los mentirosos, los manipuladores, los que tienen el corazón negro pero saben enseñar los dientes y disimularlo, a esos no les meten nunca en el manicomio. ¿Injusto? Claro, mi amor, vivimos en una sociedad regida por leyes, no por la justicia. Tienes que permanecer lejos de este edificio, hija mía, o pensarán que tienes a alguien cercano dentro, y entonces tomarán nota de tu nombre, y te considerarán una posible candidata a ingresar, tú también. Lo llaman herencia. Lo llaman fatalidad. Mecagüen su vieja madre. La mejor medicina para que no te ingresen en el manicomio es vestir un traje caro, y hablar con la suavidad de las serpientes, a ser posible en alguna lengua extranjera, y pasar rápido por delante de la entrada en un coche reluciente; para que no se atrevan a acercarse a ti. ¿Qué si alguno de los que entran allí ha logrado salir? Mira, en el manicomio no se muere casi nadie, al menos no oficialmente, y sin embargo es el más triste de todos los hospitales. Sobre todo porque hay gente a la que intentan convencer de que está enferma, muy enferma, pese a que lo único que han hecho es ser más sinceros que los otros y decir verdades que son como un perro asalvajado, que muerde sin considerar a quién ni cuándo. ¿Violentos? ¿Que qué hacen detrás de esas paredes, exactamente? No lo sé, hija mía, yo prefiero no decirlo, tengo nubes blancas cuando intento recordar… de ese blanco que es como una aguja afilada y muy larga, y lenta, muy lenta. Creo que hacen buenos ciudadanos, ahí dentro. Eso dicen. Mira, acércate, chiquita. Voy a contarte un secreto: creo que un día, hace mucho tiempo, los locos, pero estos de verdad, los realmente peligrosos, ¿eh?, se rebelaron y capturaron a todos los doctores y enfermeras, y se pusieron sus ropas, y desde entonces son los administradores del manicomio. Los amos de la ciudad no se enteraron, claro, porque nunca vienen por lugares tan siniestros y tan pobres como este, y además, mientras obedezcan, les da igual quién esté al cargo de la institución. Y así nos va desde entonces. No se lo cuentes a nadie, o te meterán ahí dentro. Anda, ahora corre, y vete lo más lejos que puedas de este lugar. Creo que ya vienen a por mí…
Tuesday, April 2, 2024
Geografías locales XIV
Kennedy Town
Larga línea recta cortada por una curva cerrada en la que solía acabar el mundo de los negocios y la opulencia, hoy límite difícil de distinguir desde que ese puerto destartalado y negro como el plástico quemado sobre el asfalto se empezó a transformar en divertimento de occidentales de segunda categoría, y los estudiantes de la más sagrada institución educativa decidieron desparramarse por unas viejas calles en proceso de renovación. Barriada vertical, dividida en todos los sentidos por ese ascenso desde las aguas de industrialidad purulenta y proletaria, ras de mar donde lo humilde y lo gentrificado se observan con mutuo desdén; escaleras antaño pétreas y hoy motorizadas para que suba el dinero, suban las expectativas camino de la carretera de Pokfulam, de las familias rancias y respetables, con esa parada obligatoria en una universidad envuelta en pieles de serpientes varias, unas occidentales y otras autóctonas, reclamo turístico de los que trivializan la historia y sus divisiones para abarrotar aplicaciones sociales por todo el mundo; y, una vez superado el test de inteligencia y buenas maneras, o comprado su certificado equivalente -dirán algunos que es en realidad lo mismo-, más arriba aún, colina arriba, hacia la aristocracia sin historia de los que administran en nombre del poder, sea este el que sea.
Volvamos a ese puerto tristón y descuidado, a ese final abrupto de la ciudad y comienzo de la estrecha y clasista carretera costera. Fin de los hierros y cables del tranvía, fin de los restaurantes tradicionales y de los jóvenes y agresivos cocineros de Europa en busca de fama en el Oriente. Aquí ya no queda nadie que recuerde cuando los barcos se acercaban al figón cargados de pescados o mercancías. Eso fue en tiempos pretéritos. Las estilizadas torres boutique y sus apartamentos alquilables por días crecen voraces desenraizando a las comunidades dependientes de subsidios y sus construcciones interiores, patios secretos, ciudades enanas que nunca supieron ni quisieron entender la jerga de los fantasmas blancos que iban y venían un kilómetro más allá. Yo recuerdo a una muchacha que creció en uno de esos patios y que sabía mirar al mar y verlo siempre bello pese a la polución y la basura acumulada. Me pregunto dónde estará ahora. Habrá cruzado al otro lado del Puerto Victoria con sus padres, probablemente, más cerca de China y lejos de esos gwailos engañosos e incomprensibles como el que escribe esto, molestos e impúdicos en su afán de multiplicarse y cambiar el rostro de estas calles. Recuerdo también una calle con nombre de terraza, suspendida entre escalones de piedra y tráfico sobre nuestras cabezas, refugio de gatos, árboles infinitos y de un templo capaz de asustar a más de un adulto supersticioso por las noches, bendición económica para los que alquilábamos allí. Hoy ya no queda nada de eso. Estudiantes del otro lado de la frontera, occidentales ambiciosos, pero no lo suficientemente privilegiados, jóvenes profesionales hartos de tradiciones e imposiciones paternas. Supongo que no es mejor ni peor que aquello que yo viví, pero me produce vértigo la velocidad, la impermanencia del lugar. Empiezo a sentirme obsoleto, una antigualla. Improductivo, incluso. Innecesario, como esos viejos que caminan y observan las nuevas torres en construcción, los restaurantes con menús incomprensibles y precios obscenos. Sacude la cabeza y aprende a hacerte invisible. Márchate. Yo lo hice hace ya tiempo, antes de que llegara la línea de metro y su culebreo desintegrador. Ni siquiera me atrevo a volver. Recuerdo los autobuses abarrotados de empleadas domésticas los fines de semana, un cementerio cubriendo la colina entre tétrico y hermoso por su contraposición con la línea del mar, la dignidad engolada de los vecinos una vez se llegaba a Pokfulam, el contraste con lo de abajo; y, sin embargo, nunca quise subir colina arriba. Mis ilusiones nunca estuvieron allí. Ahora sé ya que nunca podrán estarlo. Kennedy Town, quizá un día morimos juntos tú y yo, nos transformamos en recuerdos fantasmagóricos flotando en esa terraza perdida, y ninguno supimos notarlo. Nadie sabrá apreciar la tragedia de nuestra pérdida. Los martillos que horadan la tierra para levantar esas nuevas torres relucientes retumban demasiado para que nadie escuche nuestros susurros.
Tuesday, March 26, 2024
El abuelo Marassa
Un blog curioso que en su momento dediqué a mi inefable abuelo materno, Don Gregorio Marassa:
https://abuelomarassa.blogspot.com/
Monday, March 25, 2024
Vloggers
Es un tiempo de profetas (falsos) que suben sus vídeos sin cesar, y prometen a sus seguidores desentrañar los misterios de un mundo que ellos pretenden haber dominado con coraje y determinación. Dicen saberlo todo porque han aprendido la manera de transformar experiencias en productos mercantiles. Desdeñan la profundidad y buscan la anchura, las cifras exageradas…son esclavos de los números. Escriben y reescriben biblias de lo efímero a diario. Acumulan, pese a viajar ligeros. Mueren extenuados, y no tardan en ser reemplazados, olvidados. Quieren ser los héroes de nuestro tiempo, y yo me pregunto si la heroicidad se puede forzar y registrar como si fuera una escena cinematográfica. La falsedad les rodea, y sin embargo, es imposible no sentirse fascinado y encariñado con alguno de ellos. Son un paseante anónimo, como nosotros, a la vez obscenos y descarados en su exposición, desesperados y extremos en su miedo al anonimato, egos hinchados que cuentan y cuentan sus pasos al éxito o a la obsolescencia. Su vida es nuestra negatividad: lo que no podemos, queremos, sabemos…y sin embargo está ahí, obstinado. Su vida es nuestra ignorancia: siempre han de tener algo que enseñarnos, una lección disponible. Es un tiempo de profetas falsos que suben sus vídeos sin cesar, y yo pienso que el mundo ha de discurrir secreto, silencioso, por otro sendero que nos oculta esta multitud y su verborrea incesante.
Wednesday, March 20, 2024
La Ciudad de la Violencia (VII)
Friday, March 15, 2024
La Ciudad de la Violencia (VI)
Procedimientos. El resultado no importa. Las consecuencias no importan. Lo fundamental es atenerse a los procedimientos, seguir un orden, no saltarse ningún paso. Hay una razón poderosa tras el código vigente, aunque nadie alcance a comprenderla. Las jerarquías inferiores no pueden. Las medias no necesitan comprender. Y las superiores…esas disponen para que el cuerpo apropiado ejecute. Ejecutar; hermosa palabra. Fulgor cortante y resoluto. No dudar. Procedimientos. Los gemidos, el vómito, la sangre, los huesos rotos y los apéndices desmembrados, eso no puede detener un proceso. Sería un signo de debilidad. Un error. Algo humano. Justo lo que nosotros aborrecemos. Leer el código en voz alta una y otra vez, para que las súplicas del sujeto no nublen nuestra mente. Impedir las réplicas y cuestionamientos para no ralentizar el avance. Presentar, ejecutar, cerrar. Hermoso ballet procedimental. Que el movimiento fluya, no importa hacia donde. Ser eficientes. Ser asépticos. Esto es superior a la justicia. Esto es una moral en sí misma. Los muertos y mutilados, las imprecaciones y los llantos, ¿qué nos han de importar si hemos servido con eficacia? Los números son nuestro deber, no las personas. Procedimientos. Homogeneizar; destruir; limpiar. El progreso es un código infalible puesto que no cejaremos hasta que no quede nadie que lo cuestione.
Sunday, March 10, 2024
Neón
Tuesday, March 5, 2024
Axiomas - 2024
La cultura es un juego de espejos y sugestiones que nos imponen desde pequeños. La tradición es una piedra de Sísifo que nos impide huir de pasados ajenos. La literatura es una mentira, salvo cuando se centra en detalles minúsculos, bordados ínfimos, que unidos por millones configuran nuestras vidas. La política es un escorpión que juega a proteger a sus víctimas, ignorante de cuánto tiempo podrá contenerse. La religión es un humo ascendente e intoxicante. La vida, sólo la vida. Eso es lo que importa. Protegerla. Defenderla. Amarla. Huir de los impulsos de muerte. Ese ha de ser el fin último y único de la razón. Nada más.
Monday, February 26, 2024
Bosquejos de una sociedad XIII
Friday, February 9, 2024
Feliz Año Nuevo Chino
Año Nuevo Chino. Rojo por todas partes. Colores chillones. Sonidos metálicos sincopados y nerviosos. Excitación. Frío, como la tradición marca. No es bueno olvidarse del avituallamiento antes de que cierren los comercios, para algunos trabajadores poco menos que única vacación del calendario. Sonrisas. Maletas en el transporte público. ¿Quién sabe para qué o a dónde? Recuento de familiares, distribución de visitas. Los agasajos para aquellos que nos deben el aprecio de la sangre, ¿están listos? Flores. Amarillo, cosa extraña, o un malva apagado. Rápido, no olvides limpiar la casa y cortarte el pelo antes de que sea demasiado tarde. En un puesto en la calle, cerca del cruce principal, alguien ofrece escribirte un buen deseo con caracteres chinos en un papel cárdeno. Si prestas atención verás el emblema del partido político en la solapa del caballero sonriente junto al artista. Ropa que recuerde quién eres, de dónde vienes, el lugar que ocupas y las maneras que te corresponden. La patria siempre se lleva más ligera si tiene un aire festivo. Sobres rojos con billetes en los bolsillos, cada uno con cantidades diferentes, para marcar las jerarquías sobre los que te habrán de servir durante todo el año, también dentro de la familia, recordatorio omnipresente de la estructura y de dónde estamos. Dar para dominar, para significar preferencia, para humillar. El dinero siempre presente. Pasteles de boniato, arroz aguado, una sopa especial en la cena con allegados. Desea salud, recoge dádivas. Finge que eso no es lo importante. Los mayores juzgando todo lo que les rodea. Su privilegio, la tradición que no cesa, leyes invisibles impermeables al poder diluyente de un mundo externo acelerado. ¿Cuándo te vas a casar? ¿Por qué no tenéis hijos todavía? ¿Ya os habéis comprado una casa? ¿Te han ascendido en el trabajo? ¿Por qué has traído a ese gwailo de mierda a la reunión? Aguanta. Buenos deseos. La familia. Sólo los niños parecen disfrutar, ajenos a estos subtextos sofocantes, colocando y recolocando sus sobres en órdenes diferentes y aleatorios, como colecciones de cromos inocuas, danzando incansables los ritmos machacones de la publicidad conmemorativa en el omnipresente televisor, estridencia añadida. Casas envueltas en horrendas, intermitentes, luces de colores. Guirnaldas, cintas, sartas diversas. ¿Qué animal toca este año? Su figura abarrotará todos los rincones durante unas semanas, para acabar después en vertederos y bolsas de plástico arrumbadas sobre algún armario. Rojo. Excitación. Flores de fuego, estridentes explosiones en el cielo que subliman la estética de lo impermanente. La felicidad de la gran familia y la desolación de quien saluda a fantasmas. Es la crueldad de toda festividad. Año nuevo chino. Tiempo de desear prosperidad, incluso al indigente y al desheredado. También, especialmente, al poderoso y afortunado. La generosidad como obligación social. Aprendan la lección, y no estropeen el ritual. ¿Qué han predicho los palos de incienso este año? ¿Has hecho tu ofrenda ya? ¿Has dado suficientes vueltas a la rueda litúrgica? Espanta el polvo de la desgracia pasada. Un nuevo signo se extiende sobre los cielos. Quizá tu suerte cambie. Pero este mundo no lo hará. Para eso están las tradiciones.
Tuesday, January 23, 2024
Traducciones apócrifas 1: Últimas líneas de un poeta en el exilio
Recluido en mi pobre biblioteca, / desprecio el valor de este billete chillón, / con sus símbolos ajenos e ininteligibles / y su promesa de placeres mundanos y pasajeros. / Sueño, a través de estas letras familiares, / con un hogar perdido y lejano / y un retorno a unos recuerdos / que me llaman, suaves y fantasmagóricos, / y que me impelen a cruzar al otro lado.
Monday, January 22, 2024
Bosquejos de una sociedad XII
¿Cuánta gente? ¿Tres? Por aquí, en esta mesa. Ahora vienen a limpiar, venga, a sentarse. Un té helado bajo de endulzante y un agua con limón caliente. Marchando. ¿El menú de la mañana? Demasiado tarde, lo hemos cambiado ya. Vamos, desfilando, que hay que hacer espacio. Esto no es el salón de tu casa, viejo. Claro, que no tienes salón en el cuchitril donde vives, no hay espacio. Seguro que las esquinas ni se ven porque se las ha comido la roña. Nota mental: no acabes siendo como estos viejos. Nota mental: la mesa cinco necesita reponer los cubiertos. ¿Cuánta gente? ¿Cinco? Pues toca esperarse, las mesas grandes están todas cogidas. A ver si acaban de comer y se largan, su puta vieja madre, que luego encima nos culpa el patrón a nosotros de no mover y renovar a los clientes con suficiente rapidez. Encima. Ya quisiera yo sentarme a comer con la parsimonia de estos cabrones. Deja de mirar a las noticias de la televisión y mastica más rápido. A ver, este pedido, ¿qué número es? Joder, vaya lío que se traen en este mostrador. Toda la puñetera salsa encima del número del pedido. Así, ¿cómo voy a saber para qué mesa es esto? ¿Tengo que ponerme a preguntar a voces quién ha pedido el arroz frito con piña, realmente? Joder, calambres en las piernas y encima afónico. Mierda de trabajo. Y si te sientas treinta segundo te señalan desde la cocina y ya sale el patrón a echarte la bronca. En el anterior restaurante estaba mejor. Y me daban de comer mejor. Aunque la paga era la misma mierda. Como para llegar a fin de mes sin morirte de hambre, y a veces ni eso. Y el calzado que se gasta, y te suben el alquiler, y ni visites al médico, los camareros que se enferman no sobreviven. No te jode. Horas y horas aquí seis días a la semana, y la cuenta bancaria tan vacía como siempre. No compres cervezas para beber en el piso. No apuestes a los caballos. No gastes, no respires, no… sólo trabaja, venga, animal, y sonríe, ostia, que los clientes quieren gente alegre. Bueno, al menos el gilipollas de Zhang se ha ido ya, no le aguantaba ni un día más, ese sí que era un experto en escaquearse y luego lamerle el culo al jefe. Aunque el cabrón se largó sin devolverme los doscientos pavos que le presté hace tres meses. Su puta vieja madre. Ahora estoy a gusto con la otra gente. Especialmente Ming. Con la coleta y el uniforme ajustado está muy, pero que muy… todavía tiene buen tipo, su vieja madre. Dile algo al pasar ahora, cualquier cosa. Eh, esa mesa, ¿están servidos? Cojonudo. Ah, esa sonrisa. Es mi paga extra, porque otra cosa… bueno, mejor aquí que en la habitación del piso con los otros tres zarrapastrosos, gente que no ha limpiado un baño o una cocina en su puta vida. Ya me podía tocar el “Marca-seis”, les mandaba a todos a tomar por el… y seguro que Ming me miraba mejor, igual ya no se acordaba tanto de su marido. Vaya juerga que nos podríamos correr juntos, ¿eh? A ver, ¿cuánta gente? ¿Dos? Pues ahí al lado tuyo te puedes sentar, subnormal. ¿No lo ves? Venga, sin miedo, que no van a salir cucarachas del asiento a morderos el culo…o igual sí, je, je. Estoy cansado, joder, y todavía me queda hasta acabar el turno. Me estoy mareando. Me estoy haciendo viejo. ¿Cómo era eso de las pastillas que me contaba el otro día el chaval de los jueves? Igual necesito un poco de ayuda para seguir tirando. Porque a la mula, cuando ya no carga y se le doblan las patas…mierda de vida. Pena de no haber nacido rico. Tener estudios. Vestir un traje, ir a una oficina, hablar idiomas…¿Qué mesa dices? Fideos fritos picantes. Esto me lo comía yo ahora, picara o no. Tengo hambre. A ver si le pido luego a Wong que me ponga un té con café caliente, a ver si despejo un poco. Sí, me hago viejo. No vamos a mejor, precisamente. A ver si me cayera un poco de esa prosperidad y riqueza de la que hablan por la tele, en las noticias y en los programas de cotilleo. Cualquier día de estos. Pero entre medias… ¿sí, qué va a ser? Cerdo con jengibre y arroz, buena elección. Y un té con leche caliente. Venga, seguimos. ¿Cuántas personas?...