Sha Tin. Domingo. Tarde de caballos. Vamos a cambiar nuestra fortuna en las carreras. O quizá sólo a dejar pasar otra semana, pensando otra vez en escapar de una miseria perenne. Una o dos cervezas. Depende de a quién encontremos. Esta semana he estudiado los periódicos, he leído las estadísticas, he descifrado los signos de la riqueza. ¿Azar? No. Para que luego digan que los pobres no sabemos usar la cabeza. Allá vamos todos: en el metro, en el autobús. Hacinados, como siempre en la vida. Sería bueno volver en la primera clase, después de haber ganado en un par de carreras. Un cambio. Nada de pedos, codazos, gilipollas malencarados. Nada del día a día. Ya llegamos. Aquí está el hipódromo. Enorme. Este terreno debe valer su buen dinero. ¿Cuántas viviendas de protección oficial se podrían construir en esta tierra? El suelo debe estar bien abonado con las cagadas de los caballos. Hasta podría hacerse una escuela con una huerta para los niños. No. Eso no da dinero. Esto sí. Esos fantasmas blancos no hacen nada si no piensan que van a extraernos la riqueza con ello. Bueno, al menos es un espectáculo entretenido. Y puedo escapar del piso y dejar de cocerme y agobiarme en una habitación minúscula. Tengo que encontrar dónde se esconden esas chinches que me están matando cada noche. Sí, aquí mejor. Casi me siento un dandy, con el pantalón largo y la camisa. Algo bueno tuvo que dejar la vieja madre de esos piratas británicos. Que se vayan ellos y dejen los caballos. A ver, qué tenemos en la primera carrera. Estudia bien los resultados. Los nombres, eso es importante. Un mal nombre trae mala suerte. ¿Cuánto apostamos de entrada? Poco, o acabarás comiendo fideos con nada, o arroz en sopa toda la semana. No sería la primera vez que te pasa. Cabeza fría. No pidas una cerveza, espera. Vete al baño antes de que se empuerque todo. Importante. Alguna vez, hasta vómitos te encuentras. No me jodáis el domingo, ¿eh? Esta tarde nadie me da órdenes. Esta tarde la vida me va a regalar todo lo que me negó desde que nací. A ver, los nombres…Ya está. Sí. Este va a ser. Es una corazonada. A la mierda el método y las estadísticas. Me lo susurran los fantasmas de este lugar, que me conocen bien de verme todas las semanas. Pon un poco para comenzar. Con cautela, no estropees la diversión demasiado pronto. Venga, vamos a la ventanilla. Bueno, tengo la rueda de mi destino girando ya en este papelito. Busquemos un lugar cómodo para ver la carrera. ¿Están paseando ya a los animales? No importa. Todos estos pobres idiotas no saben que voy a darle un vuelco a mi vida de perro callejero, en muy poco tiempo. Me lo merezco, joder. Mandar a la mierda a todos los cabrones que me gritan órdenes y me insultan de lunes a sábado, por unas decenas de dólares cochambrosos. Se acabó el sobrevivir. Quiero un poco de ese lujo que sale en las televisiones, esas cosas que se hacen en los pisos superiores de los rascacielos de cristal. ¿Por qué yo no, a ver? Ya está bien de vivir en cuchitriles. De ver ratas y cucarachas por todos lados. De reventarte doce horas al día para cobrar mierda, y que nadie aprecie el esfuerzo. De no saber cuánto vas a aguantar, o si tendrás para comer cuando te pongas enfermo o las nubes te vuelvan a entrar en la cabeza, como el año pasado. Ya toco ese desfile de platos en el restaurante, y la muchacha hermosa en su minifalda trayéndome otra botella de cerveza. Ya veo esa vida que algunos dicen que existe en esta ciudad. Esto va a empezar. Ya están alineados. Bueno, este momento de ilusión al menos no me lo van a quitar, ¿verdad? Venga, dale. Eso es. ¡Más rápido! ¡Más rápido! Tu vieja madre. Dale fuerte en el flanco. Venga. ¡Más rápido! ¡Más…! Joder. Tu vieja madre. Joder. ¿Es que los cielos no se cansarán nunca de verme sufrir? Quizá la siguiente carrera. El viento y el agua no estaban alineados todavía a mi favor. Sí, eso es. La siguiente carrera. Vamos a la ventanilla…
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