Thursday, September 5, 2024

La Ciudad de la Violencia (XIV)

                    La ciudad de los espejos

¿Quiénes somos? ¿Quién habita este lugar? No lo sé. Demasiados espejos. No somos más que reflejos. Cegadores. Cóncavos. Alargados. Convexos. Achatados. Fragmentados; especialmente esto. Los espejos están ahí para que no podamos vernos los unos a los otros. Para que la imagen nos persiga y nos ciegue. Para que la luz se torne sombra. Colocaron todos estos espejos en cada calle, en cada pared y en cada fachada, y ahora los reflejos nos ahogan. Imposible esconderse, buscar un punto muerto a través del cual desaparecer. Mira. Mira. Es obsceno cerrar los ojos y no mirarse, susurran los cristales esmerilados. En algunos edificios, incluso los suelos y los techos son de cristal. Pero es un cristal duro, un material que resiste los golpes de la carne y los huesos contra su superficie, por el que la sangre forma ríos coagulados fáciles, muy fáciles de limpiar. Los suicidas ya no se lanzan desde las azoteas para huir de sí mismos, sino para adorarse hasta el paroxismo final. Los mendigos gritan a sus gemelos con grandes aspavientos y amenazas masculladas. Nadie se siente seguro cuando camina, demasiados ángulos, demasiadas refracciones, demasiados ojos. Aunque nadie parezca ser capaz de mirar más allá de sí, aunque las multitudes sean una obscenidad compacta y desvirtuada. Mira. Juzga. Señala. Carcajéate. Humilla. Ese es el objetivo. Un mundo plano. Como los espejos. Una superficie lisa. Una división constante. El todo dejó de existir. Sólo existen los reflejos. Sombras que relumbran. La oscuridad es un elixir al que sólo los ricos acceden. Dicen que en la oscuridad se puede descansar. Se puede pensar. Incluso de maneras divergentes. Pero aquí, en las calles de esta ciudad, los espejos…


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