El fanatismo religioso y el fanatismo político son los dos ejes de pensamiento tóxico que dominan el ethos social de Hong Kong. Ambos invalidan la posibilidad de la empatía al construir discursos excluyentes de "dentro/fuera de...", y en último término potencian el egoísmo y los actos sádicos de linchamiento comunal como ritual establecido. Ambos constituyen buena parte de la esencia intratable de esta ciudad. La herencia colonial de desigualdad y arribismo, el (sin)sentido neoliberal de la existencia y la tendencia osificante de las tradiciones constituyen, básicamente, el resto de dicha esencia.
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