Sube, une, trenza. Sube, une, trenza. Joder con el sol. El calor me marea. No te caigas. No mires abajo. Sube, une, trenza. Otra vez. Y otra. ¿Cuántos pisos esta vez? ¿Veinticinco, treinta, cuarenta? Da igual. Llegaremos arriba. Cuando estás abajo es lo peor. Siempre abajo. Al nivel de las ratas. Pero sin mí sus torres se caerían a pedazos. Ellos no tienen huevos para subirse hasta lo más alto. Fueron a la universidad para evitar eso. Une, trenza, comprueba. Une, trenza, comprueba. Compruébalo bien. Ya lo sabes. La vida de otros depende de que no te distraigas, de que cada paso lo hagas con la suficiente atención y no dejes nada suelto. Su vieja madre, con esta responsabilidad deberían pagarme más que a esos fantoches trajeados de Admiralty. Pero eso nunca será así, ¿verdad? Une, trenza, comprueba. Vale. Necesitas ser sistemático. Ojalá esto me ayude a entrenar el cerebro para la partida de ma-jeuk del domingo. Tiene que hacerlo. Un día no seré ya capaz de seguir subiéndome aquí. Un día cometeré un error, y me moriré por ello, o se morirá otro pobre macaco como yo. Es el sino de los pobres diablos. Une, trenza, comprueba. Pero mientras aguante, continuaré poniendo estos esqueletos de bambú en las paredes de vuestras casas. No os gusta, ¿verdad? Pues salid aquí fuera y reparad la fachada vosotros. Ah, no, ¿que no queréis hacerlo? Bueno, pues ya lo hago yo, y le pagáis al maestro obrero, y él me pagará a mí por aprender, y un día seré yo el maestro, y otros tendrán que joderse y aguantar este sol asesino y la lluvia súbita, y los mareos o los pasos en falso. Aguantar, cobrar, otro día, otro piso, otro bloque. Une, trenza, comprueba. Vale, este nivel ya está. Vamos con el siguiente. Lo que más me gusta es cuando estoy arriba del todo y miro abajo y veo mi trabajo, desplegado, imponente, joder, ¿eso lo hemos hecho nosotros? A ver cuándo nos dan un premio, una medalla, un papelito diciendo cuánto contribuimos a la sociedad. Los maestros del bambú. Es casi como un viejo estilo de kung-fu. Flexible y duro. Y nosotros conocemos sus secretos. Lo movemos. Lo unimos. Lo fortificamos. Un palo largo detrás de otro. Todos juntos son mejores que el acero, su vieja madre. Si aprendiéramos la gente, y fuéramos como el bambú… pero la gente no es fiable, se resquebraja, se desliza por las junturas, y todo se desploma. No entienden este arte. No entienden nada. Malnacidos. Venga, vamos, une, trenza, comprueba. Sube más troncos, o tendremos que parar. ¿Es la hora de la comida ya? Debería aprender más cosas, para cuando sea demasiado viejo para esto. Pero algunos dicen que nunca se es viejo para esta actividad. Que un maestro no puede parar. Aunque sólo sea para guiar a los jóvenes, a los que no saben. Dar una lección de vida. Une, trenza, comprueba. ¿Veis, ignorantes? Tanta pantalla y tanta lengua de fantasmas, pero esto es lo que importa. Aprended. ¿Qué puede haber más chino que esto? Que inventen una máquina que suba cuarenta pisos y te monte andamios de bambú, que lo intenten. Cabrones. Esto no es para cualquiera. Dicen los compañeros que lo pagan bien…no entienden una mierda, su vieja madre. Deberían pagarlo mucho mejor. Deberían darnos las gracias al final de cada día. Pero, ¿qué sabrán ellos? Nunca han estado aquí arriba, con el viento golpeándote traicionero. Con todas las azoteas y lo tejados a tus pies, como si fueras un pájaro volando bien alto. Pero no puedes perder la cabeza con sinsentidos. O alguien lo sufrirá. Quizá tú mismo. Joder. Metódico. Une, trenza, comprueba. Todos los días: une, trenza, comprueba. Y luego, deshaz lo hecho, retíralo todo. Es otro arte. Pero no te dan tiempo para disfrutarlo. Cuanto más te demores, más dinero piensan los contratistas que pierden contigo. Cucarachas. Que se suban aquí y lo desmonten ellos. No mires abajo ahora. Estás sudando mucho. Ten cuidado. Es una lección de vida: une, trenza, comprueba. Une, trenza, comprueba.
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