¿Cuánta gente? ¿Tres? Por aquí, en esta mesa. Ahora vienen a limpiar, venga, a sentarse. Un té helado bajo de endulzante y un agua con limón caliente. Marchando. ¿El menú de la mañana? Demasiado tarde, lo hemos cambiado ya. Vamos, desfilando, que hay que hacer espacio. Esto no es el salón de tu casa, viejo. Claro, que no tienes salón en el cuchitril donde vives, no hay espacio. Seguro que las esquinas ni se ven porque se las ha comido la roña. Nota mental: no acabes siendo como estos viejos. Nota mental: la mesa cinco necesita reponer los cubiertos. ¿Cuánta gente? ¿Cinco? Pues toca esperarse, las mesas grandes están todas cogidas. A ver si acaban de comer y se largan, su puta vieja madre, que luego encima nos culpa el patrón a nosotros de no mover y renovar a los clientes con suficiente rapidez. Encima. Ya quisiera yo sentarme a comer con la parsimonia de estos cabrones. Deja de mirar a las noticias de la televisión y mastica más rápido. A ver, este pedido, ¿qué número es? Joder, vaya lío que se traen en este mostrador. Toda la puñetera salsa encima del número del pedido. Así, ¿cómo voy a saber para qué mesa es esto? ¿Tengo que ponerme a preguntar a voces quién ha pedido el arroz frito con piña, realmente? Joder, calambres en las piernas y encima afónico. Mierda de trabajo. Y si te sientas treinta segundo te señalan desde la cocina y ya sale el patrón a echarte la bronca. En el anterior restaurante estaba mejor. Y me daban de comer mejor. Aunque la paga era la misma mierda. Como para llegar a fin de mes sin morirte de hambre, y a veces ni eso. Y el calzado que se gasta, y te suben el alquiler, y ni visites al médico, los camareros que se enferman no sobreviven. No te jode. Horas y horas aquí seis días a la semana, y la cuenta bancaria tan vacía como siempre. No compres cervezas para beber en el piso. No apuestes a los caballos. No gastes, no respires, no… sólo trabaja, venga, animal, y sonríe, ostia, que los clientes quieren gente alegre. Bueno, al menos el gilipollas de Zhang se ha ido ya, no le aguantaba ni un día más, ese sí que era un experto en escaquearse y luego lamerle el culo al jefe. Aunque el cabrón se largó sin devolverme los doscientos pavos que le presté hace tres meses. Su puta vieja madre. Ahora estoy a gusto con la otra gente. Especialmente Ming. Con la coleta y el uniforme ajustado está muy, pero que muy… todavía tiene buen tipo, su vieja madre. Dile algo al pasar ahora, cualquier cosa. Eh, esa mesa, ¿están servidos? Cojonudo. Ah, esa sonrisa. Es mi paga extra, porque otra cosa… bueno, mejor aquí que en la habitación del piso con los otros tres zarrapastrosos, gente que no ha limpiado un baño o una cocina en su puta vida. Ya me podía tocar el “Marca-seis”, les mandaba a todos a tomar por el… y seguro que Ming me miraba mejor, igual ya no se acordaba tanto de su marido. Vaya juerga que nos podríamos correr juntos, ¿eh? A ver, ¿cuánta gente? ¿Dos? Pues ahí al lado tuyo te puedes sentar, subnormal. ¿No lo ves? Venga, sin miedo, que no van a salir cucarachas del asiento a morderos el culo…o igual sí, je, je. Estoy cansado, joder, y todavía me queda hasta acabar el turno. Me estoy mareando. Me estoy haciendo viejo. ¿Cómo era eso de las pastillas que me contaba el otro día el chaval de los jueves? Igual necesito un poco de ayuda para seguir tirando. Porque a la mula, cuando ya no carga y se le doblan las patas…mierda de vida. Pena de no haber nacido rico. Tener estudios. Vestir un traje, ir a una oficina, hablar idiomas…¿Qué mesa dices? Fideos fritos picantes. Esto me lo comía yo ahora, picara o no. Tengo hambre. A ver si le pido luego a Wong que me ponga un té con café caliente, a ver si despejo un poco. Sí, me hago viejo. No vamos a mejor, precisamente. A ver si me cayera un poco de esa prosperidad y riqueza de la que hablan por la tele, en las noticias y en los programas de cotilleo. Cualquier día de estos. Pero entre medias… ¿sí, qué va a ser? Cerdo con jengibre y arroz, buena elección. Y un té con leche caliente. Venga, seguimos. ¿Cuántas personas?...
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