La música trap tiene algo del lamento ensimismado del fanático religioso, un falso sentido dramático de culpabilidad impostada con el que estructurar un sistema ético deficiente y tambaleante. Tiene esta música el aire patético y enrabietado del profeta al que le gustaría ser ciego y tener visiones, pero sólo sabe cerrar los ojos y maldecir su intrascendencia. La música trap es un signo claro de un tiempo decadente, asustadizo, desintegrador...
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