Wednesday, March 20, 2024

La Ciudad de la Violencia (VII)

 Un día, los legisladores tuvieron una genial idea: “Vamos a hacer a todo el mundo culpable de todo lo imaginable, salvo que sean capaces de demostrar lo contrario.” El regocijo en la sala legislativa fue casi festivo, pantagruélico. “Si te acusamos de matar a tu madre, tendrás que demostrar más allá de toda duda que tu madre está viva, o serás culpable de matricidio.” La excitación entre los fúnebres togados no paraba de aumentar. “Si te acusamos de tener pensamientos lascivos y pervertidos, tendrás que demostrar más allá de toda duda que tu mente está limpia “. Aplausos ciceronianos resonaron por salas y pasillos marmóreos. “Si te acusamos de traicionar a tu patria, en acción u omisión, en hecho o en intención…ay, si te acusamos de traidor, pobre de ti”. Las carcajadas y los gimoteos hacían temblar burlonamente las papadas de los juristas. Alguno, demasiado enjuto para ostentar grasas colgando del mentón, balanceaba su figura cadavérica como muestra de pláceme con los acontecimientos. Desde los sótanos, el verdugo se relamía de placer por todo el trabajo extra que pronto le llegaría. Y así, el Libro de las Leyes se seguía escribiendo con sangre y agua con sabor a lágrimas, en el tono pomposo y grandilocuente de los que ya ni recuerdan lo que es el sufrimiento.

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