Sunday, March 10, 2024

Neón

Neón. En el cielo. Pendiendo amenazantes. Siempre hay alguna historia de un cartel que cayó accidentalmente y causó graves daños o mató a alguien. Rojo. Amarillo. Intermitente. Intenso. Hace unas semanas escuché una entrevista a una chica que estaba aprendiendo el arte de dibujar en neón. Hablaba de técnicas peligrosas, en las que la inestabilidad del mercurio podía producir explosiones súbitas. Gente mutilada. Como tantas otras cosas en esta ciudad, fascinante a la vista, terrible en sus entrañas. Esos signos tan abstrusos para el bárbaro occidental. Lo comercial se difumina para el analfabeto, y una extraña, hipnótica, estética de modernidad chillona le embarga. Todos pueden comulgar en el ritual del consumismo. Todos deben hacerlo. Esas carreteras en avenidas jalonadas de torres gigantescas, desfiles de luces y colores que nos hacen sonreír ante la sublimación de lo trivial. Y, sin embargo, siempre hay una sombra de tristeza en el neón. Un fondo negro necesario. Una inescrutabilidad mareante. Una burla frívola ante los daños de la vida. ¿A quién le importarán tus miserias mientras refuljan las luces de neón en los carteles? Come, sigue la letra y canta, baja la cabeza y no protestes. Da gracias de que se te permite vivir aquí. Hay lugares horribles al otro lado, en los que al alzar la vista sólo se ve el cielo. Mejor no intentes imaginarlo. Mejor métete en el centro comercial. Ciudad de neón. Espectáculo. Y como tal, falso. Ensoñación. Creo que van a aumentar la frecuencia de los fuegos artificiales. Más intensidad. Más luz. Aunque muera prematura en el vacío. Alguien me dice que los neones están desapareciendo. Que ya nadie les presta atención. Que los están sustituyendo por pantallas electrónicas con vídeos, canales promocionales, capturas instantáneas. Que hay cámaras en la ciudad leyendo los rostros de los paseantes, registrando el anonimato, supervisándolo, juzgándolo. El neón ya no nos sirve. No es suficientemente virtual. No es inmersivo. Las distopías evolucionan. Pero algunos idiotas indolentes todavía disfrutamos observando la belleza triste y dionisíaca de los carteles de neón en la gran ciudad. Nuestro espíritu infantil parpadea dentro de ellos. No se lo lleven, por favor. Déjenlo ahí, arriba, oscilando amenazante, hermoso. Moderno. Nostálgico.

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