Sunday, July 30, 2023

Geografías locales VI

Fo-Tan, interior del distrito. En la distancia quedan las sombras prolongadas de las torres de pisos privados, refugio amurallado de los que no tienen que mirar el precio de los menús en los restaurantes. Tras unos minutos de camino y varios giros, surgen viejos pueblos engullidos por el urbanismo insaciable y viviendas de protección oficial, tiznadas, desconchadas, dispersas y tímidas en un territorio que no acaba de decidir su adscripción de clase. Y el río, omnipresente, con sus puentes y su línea recta artificial, castigada por el sol y la lluvia con más frecuencia de la soportable. Y en medio de estos pequeños laberintos urbanos, festonando el origen proletario de este lugar tan alejado de las postales y las lenguas de fantasmas, las áreas industriales, grandes edificios cuya longitud y anchura destaca en esta ciudad estilizada y vertical. Reductos de un pasado de manufacturas y trabajo mal pagado pero abundante; hoy casi escenarios desasosegantes de pasillos y ascensores de carga más vacíos y en desuso de lo que su pasado habría hecho imaginar hace no tanto tiempo. Alguna torre comercial de vez en cuando, casi ahogada por el polvo y los desechos de su entorno, caja de cubículos semi-vacíos que van dando cuenta de una huida hacia el norte, o hacia otras latitudes menos exigentes con el bienestar y la paga de las manos callosas y los brazos venosos que le dieron razón de ser en su momento. Refugio de congregaciones religiosas de complicados nombres y difusas adscripciones, o de oficinas gubernamentales de carácter secundario, servicios sociales que no giran en la espiral especulativa de la economía. ¿Quién viene a pasear por estas calles estrechísimas e imponentes en su gigantismo arquitectónico? ¿Quién vive en estas áreas raramente registradas en los mapas, salvo por algún rectángulo desproporcionado y hueco en su anonimato y en su marca gris en el papel? La actividad obrera, sin embargo, no ha muerto, sólo se ha reducido y ralentizado, limitada ahora en gran medida a las necesidades locales: bollería; cajitas blancas con arroz y comida tan impersonal como el menú de una aerolínea de segunda o tercera categoría, alimento de escolares y trabajadores no cualificados; ebanistería y metalurgia de escala doméstica y humilde, ya no pensada para los contenedores que transitan el mundo como si fuera una única carretera, sino para ese diminuto planeta abigarrado que es esta ciudad. Y entre restaurantes con las mesas dispuestas en la calle y apenas espacio en el interior, jalonados por menús copiosos y sorprendentemente baratos, copiados en pizarrones negros a la entrada en un chino irremediablemente ilegible para el idiota occidental perdido y no deseado, algún minúsculo jardín formado por unos arbustos y unos pocos bancos, quizá una zona infantil de suelo de goma con un columpio, o una pequeña cancha, irregular y de difícil uso para la mayoría de los deportes. Pequeño paraíso dominical para los grupos de empleadas domésticas filipinas o indonesias que buscan un mínimo de sombra y privacidad frente a la miseria del día a día. ¿Quién querrá vivir en estas odas a la fealdad industrial y el sacrificio obrero en unos años? ¿Será todo devorado por las inmensas colmenas de las torres privadas, refulgentes y amenazantes flechas descendentes hacia el templo contemporáneo que son los centros comerciales y su mareante cantinela consumista? Algunos preferiremos el encanto alquitranado y proletario de estas zonas industriales en decadencia, pero sabemos que una línea inseparable de maldad une ambas partes, y los que alimentan a una de ellas habrán de caer exhaustos y ser a su vez vianda y pasto de clonación para sus empleadores. Fo-Tan, metáfora capitalista extendida en unos pocos kilómetros.

Friday, July 7, 2023

Geografías locales V

                                                Sheung Shui

Maletas, bolsas de tela transportadas en carritos, más maletas, gritos, advertencias, gente fumando arracimada en torno a las papeleras naranjas con sus ceniceros en la parte superior. Humo, sudor, olores, el azul de los uniformes de la policía paseando despaciosos entre el caos. Algún niño ocasional y muchos viejos. Y el flujo sibilante del mandarín tapando gradualmente los decibelios del cantonés. Es la salida del metro en Sheung Shui. Un poco más allá, bicicletas alineadas, la mayoría herrumbrosas y casi tan enflaquecidas como sus dueños. Unos pasos más allá, y podrás ver los inevitables centros comerciales, indistinguibles en su retahíla de oligopolios comerciales, esparcidos y asépticos, y junto a ellos esas torres de colores chillones, con su falta de sofisticación que anuncia la condena social y económica de sus habitantes. Entremedias de todo, carriles de carretera que se pierden en el fin de las demarcaciones oficiales. Más allá, los pueblos, territorio secreto y brumoso donde la palabra turista es recibida con desprecio y descreimiento, y la frontera, tan invisible como omnipresente. Por estas villas dispersas, carentes de mapas comercializados, se filtra todo lo que debe moverse pero no tiene sitio en las aduanas. Mejor no acercarse, mejor no ver ni escuchar. La aglomeración urbana no sabe hacia dónde debe mirar, ¿hacia el norte o al sur? El mundo cosmopolita y occidentalizado de la isla parece tan lejano aquí… Y desde el autobús observar los rascacielos del otro gran monstruo al otro lado, mimetizado ya, superior dirán algunos, más dinámico, acercándose cada vez más, dando cierta impresión de querer engullir las líneas de separación y acabar con una anomalía histórica y administrativa. ¿Amenaza o promesa? A la mayoría de los habitantes de Sheung Shui les importa poco, pues están demasiado ocupados intentado sobrevivir y mudarse a los territorios de la prosperidad y el lujo. Demasiadas maletas, demasiadas bolsas de tela, demasiadas farmacias y tiendas de cosméticos con los precios inflados, demasiadas colillas de cigarrillos de marca china desperdigadas por el suelo, demasiadas ambiciones para dejarlas entre el olor a goma húmeda y sucia y el enladrillado naranja y amarillo de una vivienda de protección oficial en el extrarradio de la riqueza. Pero, antes, es necesario decidir, ¿hacia dónde mirar?, ¿hacia el norte o al sur? Y así va pasando la vida…


Sunday, July 2, 2023

Geografías locales IV

                                Tai Po Market

Aquí se hacinan las tradiciones de la chusma y el colorido de los que no tienen que educar el gusto. Aquí pasean los viejos, las empleadas domésticas, los trabajadores manuales, desempleados y amas de casa resignadas. Aquí el griterío y la suciedad ahuyentan a los del otro lado del río, los de las mansiones, y los de las torres que reniegan de su clase y les gustaría vivir en una mansión, aunque nunca lleguen a hacerlo. Todos esos viejos edificios chinos sin ascensor, sin guardas, una vez quizá custodiados por una comunidad en desintegración, ¿quiénes son sus habitantes hoy? Nadie, fantasmas arrugados y trabajadores precarios, inmigrantes muchos, cuyos nombres no salvaguardarán estas puertas. Todos esos viejos edificios resistiendo el empuje destructor de la especulación inmobiliaria, los grandes amos que desearían transformar toda esta pobreza retenida en escombros para levantar torres esbeltas y asépticas con las que seguir disparando los índices de desigualdad en la ciudad. Este barrio es un signo de resistencia, de memoria, de negación. Pero también lo es de clandestinidad, de submundos de apuestas, deudas brutales, castigos heredados, códigos invisibles, tristezas insertas entre lo oficial y lo real. Pequeños señores feudales cuyo territorio son unas pocas calles, bajando desde los pueblos remotos y temidos a cobrar tributo entre los vecinos y comerciantes, con la inteligencia reptante de varias generaciones que han aprendido a mimetizarse con las leyes y con el poder del silencio. ¿Dónde acaba el crimen y empieza la diversión en Tai Po Market, o viceversa? Difícil de descodificar para un extranjero. Mucho mejor no intentar averiguarlo. Quedarse a la puerta, observar las decoraciones, comer algún tentempié local grasiento y humeante, charlar con las muchachas surasiáticas los domingos, no cruzar el umbral de un mundo ajeno, apenas insinuado. Más sabio si te quedas al otro lado del río, montas en bici los fines de semana y visitas algún bar en el que te hablen en la lengua de los fantasmas. Y esa tienda de maleficios y males de ojo, baja la cabeza al pasar. Nunca se sabe. Olor de tripas asadas y pequeños puestos familiares que se retuercen por sobrevivir entre mordiscos de globalización y cadenas de venta. Un mundo muere, o se esconde, y sabemos con tristeza que ni siquiera nos percataremos de su desaparición.  Al final quedará un museo herrumbroso con un viejo vagón de ferrocarril, visita obligada con los niños, o un poste rojo y negro con fotografías y dibujos de lo que fue cultura una vez. Y las torres, esperando para llegar, su sombra proyectándose incluso antes de su construcción. Tai Po Market, un mundo sucio y rudo que se ha hecho viejo, y quién sabe si alguna vez será.


Friday, June 30, 2023

Geografías locales III

                                Wah Fu Estate

Granito, amarillo ensuciado, un sol inmisericorde o lluvia persistente. Los decorados de la tristeza industrial. Aceras estrechas y súbitos cuadrados vacíos, desangelados, anunciando la llegada a los espacios comerciales. No hay nada que reluzca aquí. El lujo discurre a poca distancia, y aun así ajeno, en la carretera superior donde comienzan las colinas, y en la línea costera transformada en fortalezas modernas; territorios prohibidos a los habitantes de Wah Fu Estate, excepto para las tareas domésticas.

Ejércitos desordenados de ancianos. Desempleados u obreros ocasionales. Recorridos sin destino, circulares, dentro de este terrario de desesperanza. Miradas turbias para quien entra sin la invitación perenne de la pobreza y la humillación. ¿Qué haces aquí, gwailo de mierda? ¿Te has bajado en la parada de autobús equivocada? Lárgate, nada de lo que se vende aquí es de tu incumbencia o agrado. Las torres como anuncio uniforme de las limitaciones de varias generaciones. Amarillo ensuciado. La industria un poco más allá, junto a la costa, y el resto son carreteras intransitables para el pie humano, donde morir atropellado por la riqueza y la arrogancia sin testigos que denuncien. Móntate en uno de los autobuses o de los mini-buses que pasan ocasionalmente y no vuelvas. Este no es un lugar para hacer fotos, no es un lugar para descubrir las supuestas delicias de la cultura local. No es nada. Es un espejismo. Es lo que le sobró a la opulencia y no supo dónde poner para no tener que verlo. Es lo más humano y estremecedor en kilómetros, posiblemente. Ejércitos de ancianos y desempleados, camisetas blancas de tirantes con lamparones, viejos trajes ajados de mandarín. Márchate, este lugar no existe. No es el mundo que has venido a conocer. 


Geografías locales II

                                                   Wan Chai:


Escaleras de piedra y barandillas metálicas. Recodos. Ventanas de miniatura, herrumbrosas, breves ojeadas a miserias asimiladas por las décadas. Pobreza y lujo de diseño. Hoteles estilizados para gente joven, alta y limpia, similar a su hábitat, y viceversa. Y esos ancianos cada vez más escasos, más postales de una vida que se esfuma mientras los demás miran hacia las luces de neón. Callejuelas y verticalidad. Ruido de globalización que lo devora y gentrifica todo mientras la frustración local se limita a golpear zapatillas contra fotos en una mala imitación de rituales ancestrales. Cuando las oficinas, las tiendas de cerámicas y mobiliario y los consulados casi secretos cierran, la noche se expande entre risas pagadas y alcoholes cárdenos. Es un submundo que ha dormido bajo el sol para satisfacer las ansias hedonistas de los que pagan las facturas y dan las órdenes. Olores femeninos expresados en tagalo, en indonesio, en un dialecto que no es mandarín, aunque nuestra ignorancia así lo crea. Y en casi cualquier idioma que estemos dispuestos a retribuir. Las transacciones del día y las de la noche… tan diferentes y similares a la vez. Un breve escalofrío que se pierde en una sonrisa etílica. Ella necesita el dinero para enviárselo a la familia. Por supuesto que es una buena chica. Todos sabemos quiénes somos la parte maligna aquí. Tanto en el día como en la noche. Tan diferente y tan similar. Amanecerá entre cristales rotos y líquidos indeterminados flotando hacia el olvido de las alcantarillas, y los ancianos que limpian los rastros de mala conciencia de los pudientes noctívagos permitirán la reproducción del ciclo.


Tuesday, June 6, 2023

La ceguera neoliberal

Mirar a la superficie y no ver, o no querer ver, nada más allá. La ceguera neoliberal. Acelerar los movimientos para que no haya tiempo para la reflexión. Multiplicar las imágenes para que el peso de los números aplaste al corazón. Odiar la profundidad y adorar la productividad. No existe la palabra “consecuencia”; sólo la expresión “expediente cerrado”. No se mira a los ojos, no se mira a la cara, sólo se mira al documento, a la pantalla. Simplificar es una virtud, ahondar un vicio obsoleto. Mantener el ruido cuando la autoridad hable y promover el silencio como signo de buena educación entre los acusados. Calcular, no reflexionar. Especular en todo caso, siquiera brevemente. Entropía para pisotear a la empatía. Mirar a la superficie y no ver nada más allá. La ceguera neoliberal.

Sunday, May 28, 2023

Bosquejos de una sociedad VI

He venido a darle de vuelta a mi familia todos los sacrificios que han hecho por mí. No me iré sin haber cumplido eso antes. No me iré sin haber pagado las deudas contraídas para estar aquí. No me iré sin haber visto de cerca ese mundo del lujo del que todos hablan en esta ciudad. No me iré porque no sé si tendré una oportunidad de volver otra vez. Y todo lo que hoy aguanto tendrá su recompensa. Los desprecios, los gritos, los reproches…eso me traspasa, como si fuera invisible. Me río de sus manjares, de sus costumbres, de sus conflictos. Me río de ellos. Ahora tienen dinero, pero no hace tanto eran menos que nosotros. Se les ve todavía. No han aprendido a ocultarlo. Demasiados siglos de miseria compartida para olvidarlo. No saben apreciar lo hermoso de este lugar, prefieren comérselo, consumirlo y buscar un nuevo entretenimiento. Las cosas simples son mucho más importantes. Empezando por cómo tratas a los demás. Y yo sé que todo lo que aguanto tendrá su recompensa. Y que, además, necesitan el dinero, de vuelta, en casa. Tanta gente depende de mí ahora. No importa, aprenderé a ser invisible, y si me tratan mal les regalaré mi indiferencia. Los que realmente merecen mi corazón están lejos de aquí. Y me ha costado tanto llegar, en todos los sentidos… Aquí tengo mi círculo de amigas, ¿no? Los domingos son días felices, todas juntas, y ver a la familia sin tener que esconderse, si es que la conexión funciona…El resto de la semana no importa. Me da miedo el señor. No me gusta su forma de mirarme. ¿Y si…? Mejor esconderse, ser invisible, me dan miedo muchas cosas aquí. Un paso en falso y todo lo que se ha volcado para que yo esté aquí, perdido para siempre. No puedo. No podemos permitírnoslo. Tantos sacrificios…para esto. No importa. Céntrate en las cosas simples de la vida. En las cosas hermosas. Eso importa más. Déjales su lujo y sus miserias para ellos. Son iguales, de vuelta en mi país, ¿verdad? Se han apoderado del comercio, del flujo del dinero, y no van a soltarlo, no, no te preocupes. Pero yo tengo un secreto cuando miro las cosas que ellos no tienen, ¿verdad? O quizá… qué cosas dices. No somos tan diferentes…¿o sí? Al fin y al cabo tú no eres más que una pobre fregona, cambiapañales, menos que Cenicienta, porque Cenicienta no se parece a ti, tan oscura, poca cosa, ¿verdad? Pero ellos, también, ¿quiénes se creen que son? ¿Y esas Cenicientas rubias y altas, quiénes se creen que son? Sí, yo tengo un secreto, muy dentro, y no voy a dárselo a ninguno de estos, no, a ninguno…¿qué sería de vosotros sin mí?