Cuando un miembro de la clase media, burgués vocacional, decide imitar los modos de las élites, no es un aspirante a millonario o triunfador lo que surge; es más bien un advenedizo, esquizofrénico y desarraigado, caricatura de todo lo negativo de los ricos de su lugar. Recordemos que los amos sólo regalan los despojos, las excrecencias. Lo bueno, siempre, hay que quitárselo por la fuerza, como a los niños consentidos y malcriados.
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