Impecable. Otro día más en la oficina. Otro día menos para jubilarse y hacer todo lo que debería haber hecho ya, lo que me merezco. Procedimientos. Protocolo. Eso cubre todo lo que haya por debajo. Lo que pase por encima, últimamente es mejor no verlo. Antes no era así… ¿o quizá sí lo era? Qué más me da a mí. Las banderas ondean en el asta, alguien las cambia, ¿y qué? A un buen profesional eso no le afecta. Protocolo. Ten fe en el sistema. Las personas son irrelevantes cuando el sistema es óptimo. Y si hay fallos, es sólo un número en las estadísticas anuales. No pongas en juego tu jubilación. No discutas. La jerarquía es importante para el orden. La jerarquía es importante para tu cultura. El orden. No hay eficiencia sin orden. Quien ha fracasado en la vida es por falta de orden y esfuerzo. Deberían sentirse agradecidos de que se les conceda un mínimo de atención. Bajar la cabeza, rellenar el formulario, dar las gracias, irse y esperar. No abarroten la sala, por favor. Tengan todo listo, sean eficientes como nosotros. ¿Veis? Así se hacen las cosas bien. Está todo en el sistema, en el protocolo. Si tan solo todos pudiéramos entenderlo. Las anomalías no las genera el sistema, las generan las personas. Las personas, el individuo, egoísta, vago y mentiroso, son el origen de los problemas. Los números seguro que lo demuestran. Es necesario saber leer y entender las estadísticas. Pero ellos no saben, no quieren estudiar y comprender cómo se deben leer esos documentos. Nosotros tenemos que interpretarlo siempre para ellos. Pobres. Somos las columnas de esta ciudad. Somos el sistema. Somos el ejemplo. Orgullo de pertenencia a un cuerpo oficial. ¿Cómo explicarle eso a los que están fuera? Es algo que se aprehende con el tiempo. Con la experiencia. Con la eficiencia. La rapidez. Dedicación. Descubrir el engaño. Rechazar y perseguir el abuso. Los bienes públicos no se deben despilfarrar entre quien no los merezca. Sí, orgullo de pertenencia. Esto es meritocracia. Nosotros somos meritocracia. Deberíamos recibir mejor recompensa que una palmadita en la espalda y un pequeño aumento de sueldo en la revisión anual. Toda una vida sacrificada para el beneficio ajeno, para ellos. Nosotros somos la verdadera aristocracia. Más que los comerciantes, más que los grandes empresarios. ¿Qué serían ellos sin nosotros? Nada. Meros gánsteres. Acabarían matándose entre ellos y descendiendo en el caos si no estuviéramos nosotros para darle sentido a todo. Sí, nos lo deben todo. Y qué poco nos lo agradecen. Pero no es para lo que trabajamos con tanta dedicación. Es nuestro deber. Es el sustrato sobre el que se construyó el Imperio. Es el origen de la civilización moderna. Nosotros somos la civilización. ¿Qué puede haber más racional que un funcionario? Eliminamos el sentimentalismo, el favoritismo, o… nosotros hemos levantado este lugar. Lo hemos limpiado. Lo mantenemos pulcro y engrasado para que otros, arribistas locuaces de turno, se lleven los honores y sean sus nombres lo que figuren en los libros de historia. Ingratos. Somos vuestra columna vertebral. Somos la ley hecha carne. Somos el orden personalizado. Nos lo debéis todo. Todos vosotros. Algunos lo sabéis, aunque nunca lo vayáis a reconocer. Otros nunca lo sabrán, son demasiado ignorantes. Nunca fueron a la universidad. No sabrían entender un sistema tan complejo; su sutileza; su sofisticación. El orden es hermoso, y nuestro deber es mantenerlo, lubrificarlo, perpetuarlo. Hemos estudiado y trabajado muy duro para entrar en este Cuerpo. ¿Qué sabrás tú, pobre diablo suplicante? Creo que hoy no aceptaré discusiones a mis decisiones. Hoy me siento expeditivo. No debería tener tanta paciencia. No es necesario. Al fin y al cabo, yo no soy parte del sistema. Yo soy el sistema. La prueba de que la escalera de ascenso social está ahí, para quien se esfuerce por subirla. Así que podría decir: jódete. Es mi poder. Es mi privilegio. Pero me han educado en la mesura, en la docilidad, en la fe en lo que hago y lo que soy. No voy a mancillarlo dejándome llevar por las emociones. ¿Veis qué suerte tenéis conmigo? Y, al fin y al cabo, es también un día menos para jubilarme y olvidarme para siempre de esta gran mierda…
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