Hong Kong, ciudad cargada de odio, desprecio, fanatismo y arrogancia. Horda elástica y perfumada de arribistas vacíos y extenuados. Multitud disgustada consigo misma. Monstruo inmaduro de modales impecables, pero intenciones inconfesables. Sonrisa diligente, aprendida a la fuerza, propia de sádicos y degenerados. Virtuosos sin alma y humildes apaleados. Caridad, compostura y glamour. Pero cuando la superficie es levantada, oh, horror... Qué difícil sacar algo limpio de sus entrañas.
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