- Señor, hoy ha vuelto ese individuo, malencarado y sucio, con sus quejas y peticiones. ¿Debo contestarle?
- En principio, no. Ignórale. Es una señal de debilidad escuchar al débil.
- Pero yo me pregunto si no habrá algún eco, un mínimo resquicio de verdad en lo que dice en su demanda, señor. Está pidiendo que se le explique lo que le sucedió a su familia, nada más…
- ¿Nada más? Idiota. Siempre hay algo más. Siempre hay un ejercicio de mala fe en cuestionar los procedimientos de la Ley y sus resultados. Esa gente debería estar agradecida de que no les metamos a todos en una celda y les dejemos pudrirse ahí. Sería un bien para la sociedad, ¿no crees tú, muchacho?
- Sí, señor, pero…
- Veo dudas en ti. No durarás mucho en este cuerpo gubernamental si tienes tanta zozobra dentro. Deja de preguntarte dónde está o deja de estar lo moral y te sentirás más fuerte. Serás más eficiente. Y eso es lo que importa: la eficiencia. Para eso estamos aquí.
- Sí, señor.
- Además, nosotros somos tu familia. No somos un trabajo, somos mucho más que eso. ¿Escupirías tú a la cara de tu familia? ¿Pondrías en duda la integridad de los tuyos? No lo harías. Entonces, ¿por qué lo haces con nosotros? ¿En qué nos diferenciamos?
- Quizá en algún momento hubo un exceso de…no sé, celo, podríamos decir. Es lógico que ese pobre diablo se sienta desasosegado. Son varios meses ya sin saber de su esposa y sus hijos. Y yo he intentado buscarles en nuestros registros, pero algo falla, porque no aparecen, es como si…
- ¡Desgraciado! ¿Qué les has buscado en nuestros registros? Eso es una falta grave por tu parte. Los informes son suficientes. Los registros son inescrutables. Lo que hay es lo hay, y lo que no está no existe. No debe existir. Los procedimientos son infalibles. Son nuestra gimnasia diaria. Si los abandonamos, si los mancillamos, seremos derrotados por el caos. ¿Qué son ellos, los que protestan ahí fuera, muchacho?
- Son…gente descontenta, gente que…
- Son el caos. No hay más orden posible que el nuestro. Por tanto, ellos son el caos. Recuerda esto si quieres seguir perteneciendo a esta familia y disfrutando de sus privilegios.
- ¿No sería posible que se hubiera cometido…que esa mujer y esos niños estén…?
- No seas tan estúpido como para verbalizarlo. Lo que no se dice, no se registra. Lo que no se registra, no existe. Y no, no es posible. Aún cuando la pestilencia que emana de las mazmorras de los bajos de este edificio te hiera el olfato y te haga llorar sin que sepas por qué, no es posible. Los que dicen que esos olores son cadáveres, son extremidades desmembradas, solo se buscan su ruina. Son sólo los restos de los banquetes de los altos cargos. Son las letrinas de los poderosos. Nada más. Nunca podrán ser nada más. No seas estúpido o te enviaré a conocer esos pisos bajos, muchacho. No arruines tu vida. Eso es lo importante. No los demás. Tú, y nosotros. No ellos.
- Sí, señor.
- Ahora, ¿qué vas a hacer con esa queja y esa solicitud de revisión del caso?
- Enviarla a los tribunales de conducta, señor. Es sospechosa de falta de respeto a la autoridad y de actos antipatrióticos.
- Bien, muchacho, veo que vas a ser un buen hijo de este gobierno. De cualquier gobierno. Necesitamos gente como tú. Buenos ciudadanos. Positivos. No escoria mal vestida y retorcida. Nosotros somos la línea recta. No ellos. No dejes que te confundan con sus palabras ladinas. Nosotros somos tu familia. Ábrete a nosotros y sé parte. No te hundas en el fango de los perdedores. Disciplina y entereza, muchacho. Recuérdalo.
- Sí, señor. Gracias por su tiempo y sus consejos, señor. Es mi buena fortuna tenerle como maestro en estas lides.
- Bien, hijo, bien. Así debe ser…