Hong Kong, ciudad de fanáticos. Los que no lo son en un sentido religioso, lo son en uno político. Y los que son demasiado cínicos para guiarse por sistemas morales de una u otra índole, defenderán con celo fanático su derecho a consumir y consumirse hasta el endeudamiento a través de las prácticas hedonistas más absurdamente infantiles e irrelevantes. Estos fanáticos compulsivos buscarán, como rasgo común a todos ellos, la destrucción sádica, cruenta y ejemplarizante, y la condena resoluta al ostracismo, de quien denuncie públicamente la existencia de dichos rasgos negativos. Todo Monstruo odia a quien le ofrece un espejo para que se observe…
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