La pobre niña se afana a diario en completar sus tareas con diligencia: levantarse, ponerse el uniforme, ayudar a su hermano menor, llegar a la escuela a tiempo, escuchar con atención a los profesores -aunque no siempre logre entender o recordar sus palabras-, volver a su casa y hacer los deberes de lunes a viernes, completar alguna actividad extracurricular que algún día la ayude a diferenciarse de un gris común de carne de cañón laboral, recoger sus cosas antes de irse a dormir. Ser una buena hija, una buena estudiante, una futura buena empleada, para tener un buen futuro cuando sea adulta. A Wing le han enseñado que el esfuerzo personal y la diligencia son la clave del éxito, que todo es posible cuando se tiene voluntad, y que ser rico o pobre es un mero obstáculo o ventaja temporal. A Wing le falta la sofisticación de esos muchachos criados en las escuelas internacionales, no sabe de la importancia de los contactos y los ambientes exclusivos. Pero a Wing le sobra ilusión y determinación. Cuando el mundo y la vida adulta le resquebrajen ambas, ¿sabrá recomponerse y sobrevivir? Esta ciudad se construye sobre los hombros de niños pobres que crecen jugando a un juego trucado y esperan ganarle a los jefes de triadas dueños del local. Muchos acabarán perdiendo, juguetes rotos en una sociedad inmisericorde, y entonces, ¿dónde encontrarán las razones para volver a levantarse, ponerse el uniforme, ser una buena hija, una buena estudiante, una buena empleada?...
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