Kowloon. Península colmada de amenazantes torres grises que anuncia la llegada del otro lado. Refugio de los que no alcanzan el glamour y las prebendas del siervo bien educado. Purgatorio previo al cielo superior de los isleños. Muerde el bozal embarrado de la pobreza y sé paciente, espera el momento de asaltar el cielo, de pronunciar esas palabras en la lengua de los demonios, de escalar en riqueza y arrogancia. Extensión enorme de colinas que se suceden en cuestas a veces imponentes. Ho Man Tin, la agonía de los viejos inquilinos en las destartaladas construcciones de protección oficial, ahogadas entre los nuevos ricos que habitan estilizados rascacielos y evitan las calles, galopando imprudentes en sus coches deportivos y dejando un rastro de idiomas y dialectos difícilmente inteligibles. Es la incógnita del dinero que se reproduce sobre el fermento de la pobreza absorbida, agostando las generaciones y reproduciendo la desigualdad. Qué importa quién sea el amo ahora. Mong Kok, Sham Sui Po. Abigarramiento, olores agrios y poderosos, velocidad, gritos, neones mareantes. Esos viejos edificios chinos repletos de secretos, desgracias y placeres sórdidos. Huye de los tatuajes. Pregunta acaso por los que duermen en jaulas. Pero no quieras entender el sufrimiento, de una crueldad casi infantil, que camina a diario por estos laberintos de callejas. Si intentas quitar la costra de suciedad a estos distritos, quedarás apestado y alguien tendrá que sacarte las tripas por compasión. Nadie querrá ejercer de testigo. Nadie preguntará demasiado. Mejor corre hasta una arteria principal y escapa hacia Jordan, Tsim Sha Tsui, gwailo de mierda, mézclate y bromea con los indios, los paquistaníes, los iraníes, los africanos, cómprales su quincalla, come sus dulces exóticos, deja que te zarandeen un poco, este no es tu continente, no es tierra de fantasmas, es un lugar oscuro de gente ruidosa, es el fin de tus convicciones y tu arrogancia, o quizá su reafirmación, depende de tu billetera. Todo aquí depende de lo mismo. Busca la entrada al metro y sube al norte. Escoge la dirección. Viajarás bajo kilómetros y kilómetros de barrios anónimos donde torres amarillas y azules guardan a los antiguos proletarios anónimos, los empleados de las fábricas, y a sus hijos, los oficinistas sin nombre que son la columna vertebral de la nueva prosperidad, y a sus nietos… ¿qué podrán ser sus nietos?; ¿y los que vengan detrás? ¿Habrá espacio para todos ellos? ¿Qué lengua tendrán que hablar? A la izquierda tienes las zonas industriales, negras, interminables manchas de caucho reseco sobre fachadas de amarillo descolorido; restaurantes donde miles de caracteres chinos espantan al occidental desorientado; barriadas de viejos trabajadores que hoy constituyen una danza lenta y agónica en honor a la pobreza y la indignidad de quien no supo hacerse rico pese a reventarse a diario. Kwai Fong, Tsuen Wan. A la derecha encontrarás una rara extensión de mansiones señoriales, valladas, casi insignificantes entre tanto gigante de cemento, quizá por ello más insultantes en su diferencia. Kowloon Tong. La élite que no escogió la isla. Los que primero miraron al norte y supieron leer los cambios en las nubes finiseculares. Los dueños de las contracciones verticales de hierro, cristal, cemento y músculo humano que rodean este rectángulo obsceno. ¿O es el resto lo obsceno? Más allá, mezclados por la aparente y engañosa imprevisibilidad de la especulación inmobiliaria, más torres cochambrosas para alojar a la mano de obra y elegantes construcciones, elevadas e impenetrables. Wong Tai Sin y Diamond Hill. Más allá, poco más que resaltar, uniformidad, hacinamiento, basura… díselo a las más de quinientas mil almas de Kwun Tong. Cuestas, colinas, torres, y torres, negocio infinito transformado en asunto nacional, estiramiento, más personas, más calles, más avenidas, más fábricas, más proyectos. La espiral nunca puede dejar de girar. Kowloon, tierra un tanto siniestra para el que se siente demasiado apegado a sus privilegios coloniales. Caparazón de un animal monstruoso que te sonríe y te invita a buscar un tesoro en sus entrañas. ¿Querrás entrar tú también?
Wednesday, December 27, 2023
Sunday, December 24, 2023
Bosquejos de una sociedad XI
¡Compra, compra, compra! ¡Baratas las zanahorias hoy, a doce dólares por cuatro¡¡Compra, compra, compra! Otro día más desperdiciado aquí, gritando, desempacando, envolviendo, empacando, limpiando. Otro día como todos los demás días del año. Ya quisiera yo tener vacaciones pagadas, y estar lejos de estas luces de focos amarillentos, y ese suelo pegajoso, y las cucarachas apareciendo entre huecos, y las ratas que corren y se esconden en las esquinas más malolientes. Ya quisiera yo estar lejos de todo este cotilleo, de toda esta gente entrometida, ¿cuánto has vendido hoy?, ¿crees que así llegarás a cubrir gastos este mes, has oído los rumores de que van a retirarnos la licencia y echarnos después del Año Nuevo Chino? Mierda para todos esos coños apestosos y sus grandes bocazas. Que se callen y se metan en sus asuntos. Eso si tuvieran una vida de la que ocuparse, claro, en vez de hablar mal de todo el mundo. Pero, ¿cómo voy a irme de vacaciones y seguir pagando el alquiler mensual sin abrir el negocio? Los gerentes de este lugar y su puta vieja madre van a venir a recordarme la suerte que tenemos de tener una licencia de venta en este punto, justo en el mismo edificio de la parada de metro, y eso hay que pagarlo, ¿verdad? Porque si no lo queremos nosotros ya se lo venderán a alguna compañía que sepa aprovecharlo mejor, no sé, vendiendo perfumes o medicinas para los que vienen del otro lado de la frontera con las maletas vacías; si no sacamos bastante para cubrir el alquiler, nos dirán, es culpa nuestra, somo demasiado lerdos para pensar como emprendedores, nos falta espíritu comercial…su puta vieja madre nos falta. Una semana detrás de otra, un mes detrás de otro, años y años, y de repente vienen y te dicen que te suben el alquiler un tercio, porque las expectativas de desarrollo de este lugar han mejorado, y si las expectativas se van al carajo, tranquilo, que nos toca pagar el incremento igual. Toda la perra vida trabajando para los dueños del local. Sacrificios tras sacrificios, dejar a los niños con los abuelos; cuando fueron ya más mayores, traerlos a ayudar, a que aprendan el oficio, que decía mi marido, flojo asqueroso. Pero al menos nosotros nos ganamos la vida de forma decente, no somos una triada, ni engañamos a la gente, ni parasitamos el trabajo ajeno como estos sinvergüenzas sin cara dueños del metro y de los terrenos. Esos sí que se aprovechan. Trabaja duro, te dicen, ¿eh?, ¿y qué trabajo duro hacen esos, a ver? Espera, mira, bonita, sí, tenemos boniatos, y estos tomates, mira qué maravilla. ¿Qué a cuánto? Venga, cómpralos, qué más te da, que el alquiler no nos lo pagan desde el cielo. Toda la vida sacrificándose aquí, y, ¿qué nos va quedando con los años? El beneficio se lo comen otros. Los dueños, los proveedores, los propietarios…los que no trabajan, ¿no es así? Así es esta ciudad, supongo. Unos nacen tocados por el dios de la prosperidad desde pequeños y a otros…¡Compra, compra, compra! ¡Mira estas berzas, perfectas para la cena de hoy! ¡Compra, compra, compra! No pienses en una mala jugarreta del destino, no pienses en subidas de alquiler, no pienses en multas de inspectores de sanidad, no pienses en renovaciones que al final nos acaban haciendo pagar a todos los puestos del mercado, no pienses en ponerte enferma y no poder venir a trabajar, no pienses en no llegar a tener jamás suficiente para jubilarte…no dejes que la ansiedad y la negatividad te coman. Sé positiva. El mañana será mejor. Ja. Sí, seguro, díselo a los administradores de este lugar, de esta localización privilegiada, como dicen ellos. Ojalá a los niños les vaya bien en los estudios y puedan hacerse cargo de nosotros cuando estemos ya hechos demasiado polvo para estar aquí un día detrás de otro. Porque si no… no, no pienses así. Eso es una debilidad. Mirar al cielo y esperar que nos sea propicio. Y seguir trabajando. ¡Compra, compra, compra estas verduras!
Tuesday, December 19, 2023
Las lenguas suaves
Cuídate de las gentes que hablan lenguas suaves y melodiosas. Esa cadencia adormecedora les hace albergar, con frecuencia, el charco oscuro de un asesino refinado en las profundidades de su ser.