Jordan – Yau Ma Tei
Enormes avenidas saturadas de tráfico y cadenas variopintas, seccionadas por callejones estrechos, con frecuencia zigzagueantes. Colorido. Ruido. Líquidos corriendo junto al pavimento y olores difícilmente descifrables. Rostros de tez oscura, miradas entre lo desinhibido, lo amenazador y lo expectante. Mujeres cubiertas de pies a cabeza en rojos, amarillos, verdes, sedas étnicas y tintineo de joyería asiática. ¿Multiculturalidad o pobreza arracimada, chabolismo vertical, urbano? Opulencia en venta a pie de calle, suciedad en las fachadas. Asia es un contraste ininteligible para el occidental, y aquí todo el continente se contrae en unos escasos kilómetros cuadrados. Lo hermoso y lo destartalado se suceden. Apenas atisbamos el drama familiar tras esas escaleras sucias y oscuras. Son los submundos de Hong Kong. Acentos indescifrables por su variedad: nepalí, urdu, bengalí, farsi, pastún, árabe, suajili, mezclados constantemente con varios dialectos chinos. Occidente ha sido engullido y ningunizado aquí; hermoso y aterrador. La presencia confortante de un enorme espacio verde alrededor, reino de niños desentumeciéndose del enclaustramiento y castigo inmobiliario, humaniza un poco estas calles de un aire vagamente descorazonador. Señales mudas nos hacen entender que no todo es seguro aquí, no todo es alegre. Más allá del frenesí sensorial de lo turístico se atisba un velo de malestar. Es la desigualdad y la discriminación. Es la sucesión de capas de una sociedad que se disfraza a diario de divertimento para huir de sus propios demonios. Es un paseo agradable, sin duda, pero no quieras quedarte más de la cuenta entre estos edificios, o la tristeza vendrá a hablarte en un idioma que terminarás por entender.
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