Hay lugares en los que todo tiene un sentido perecedero mucho más marcado. La masificación parece contribuir a este proceso de banalización y empequeñecimiento. Incluso el clima, con su humedad ardiente y destructora, colabora en este panegírico de la obsolescencia del esfuerzo humano. Hong Kong, epítome de la impermanencia, donde sólo lo inmaterial permanece.
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