Cuando veo a
todos estos niños forzados a cumplir sesiones maratonianas de tutorías y
actividades extraescolares un día tras otro, oigo sus quejas por el cansancio
acumulado, y veo por la televisión los anuncios del gobierno recordando a los
padres que sus hijos tienen derecho a jugar de vez en cuando, pienso en qué
tipo de adultos serán estos infantes sobre-explotados “por su propio bien”:
¿tomarán venganza por todas esas infancias y adolescencias convertidas en
interminables listas de proyectos, certificados, exámenes, notas y
competiciones, y llevarán a cabo una revolución en sus vidas adultas como
oficinistas practicando el viejo arte de la vagancia y la ineptitud como opción
voluntaria frente a una vida laboral que es una metáfora moderna de la
maldición de Sísifo?, ¿o crecerán acostumbrados ya a la vida robótica y
deshumanizada del hombre-máquina que trabaja hasta la obsolescencia, para verse
entonces apartados entre los escombros de la sociedad y reemplazados por un
nuevo, joven, elástico, sumiso y muy corporativista producto social que no sabe
pararse por un momento y observar dónde está y de dónde viene? O quizá todas
esas horas de juego que les fueron robadas de niños intenten recuperarlas
inventándose “juegos de adultos”, manipulando, fingiendo, engañando,
arriesgando, tomándose la vida como un juego absurdo en el que las reglas las
imponen, como en el patio del colegio, los más brutos. En cualquier caso,
recordemos que el futuro de nuestros hijos se puede “comprar”, sí, pero su
felicidad y salud mental hay que cultivarla día a día.
18 de marzo de 2014
No comments:
Post a Comment