Tuesday, December 23, 2025

El revolucionario y el rico

1. La Revolución no puede triunfar en lugares afluentes. El dinero es como una mala grasa que atasca las arterias de la conciencia, una piedra en el morral del animal tozudo que lucha por liberarse y vivir sin amos. La injusticia como concepto abstracto, insípido, diríase indoloro, jamás generará la intensidad y energía necesarias para alimentar de sangre y revancha, de respiración ennegrecida y necesaria, los brazos de una muchedumbre ejecutora. El dinero es un pegamento líquido que llueve desde las azoteas de los rascacielos, anónimo y lejano, sobre las cabezas de los siervos, en forma de loterías, incentivos, limosnas, para que no olvidemos que cuando los ricos se bajan la bragueta algo nos acabará cayendo. Los ricos son un Satán sonriente en un devocionario blanquísimo, reluciente, impoluto. 

2. Son lo que tú quisieras que fueran tus hijos, porque si no lo quieres te harán lamentarlo. La Revolución no puede triunfar en carreteras pavimentadas ni en edificios con calefacción y televisión por cable; sólo en el barro y la maleza puede generarse la miasma pura y repugnante de la voluntad revolucionaria. ¿Y quién querría vivir en el barro y las hierbas empapadas, existiendo los climas artificiales y las pantallas de estímulos incesantes? Si no piensas, no notarás que eres pobre. Y si lo haces, es importante cambiarte el pensamiento, darte un objeto de odio, algo débil, inerme, despreciable, prescindible. El mundo está lleno de candidatos a esto. Tú podrías ser uno. Así que escoge bien, esfuérzate, sé diligente y agradecido. El dinero es para los que agachan la testuz. Eso es. El éxito es un hedor que sólo unos pocos saben transformar en perfume. Tú no, jamás sabrás. Tus antepasados no supieron. Por eso anheláis la Revolución. Por envidia. Por rencor. Por incapacidad. Por eso tengo que repetirte que la Revolución no triunfará aquí. Acéptalo y sígueme, a cierta distancia, por favor. Alguna utilidad te podremos encontrar. No hay nada más estético y entretenido que un revolucionario arrepentido y domesticado. Sin embargo, he de confesar que vuestro contacto me repugna. Vuestras maneras me ofenden. Pese a que yo no sea más educado, sino más cruel. Mucho más. Por eso voy a darte un óbolo. Para que me recuerdes y me desprecies. Para que mi voluntad te alimente. Para que dejes de hablar de Revolución y hables de cosas más útiles: unidad, patriotismo, destino… Ah, sí, de eso ya hablabas hace poco. Pero, mira, observa todas esas luces artificiales, los bares, los restaurantes, la música, el calor y la risa. ¿Crees que a alguno de esos ahí les interesa tu mierda de Revolución? Anda, vete y predica, vete y descúbreles la verdad a esa chusma que me alimenta. Pobre imbécil, primero tendrás que quitarles el dinero, y las copas y las bandejas y la droga. Te matarán, te patearán en cuanto lo intentes. Y si se lo quitas, yo les daré más, les daré cosas, más cosas, todo lo que pueda comprarse en el mundo. Y si es necesario, les compraré una Revolución a medida. Contigo crucificado en el centro, para que beban tu sangre y se sientan purificados y ennoblecidos. La Revolución no puede triunfar en lugares afluentes. Porque la inmensa mayoría no quiere ejercer de héroes cuando pueden optar a ricos. Y si no, quizá sus hijos. Idiotas. Y sin embargo…


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