Esta es la parada. Kowloon Bay. Rápido, nos bajamos de autobús. Allí está. Minúscula. Mero punto borroso entre ocres y amarillos chillones que se alzan hacia el cielo. ¿Es algo vivo? Parece una muchacha de pelo largo, negrísimo, lacio. ¿Qué hace en esos escalones, sentada, sosteniendo un rectángulo entre las manos? Puede ser un libro; poco probable. Más probablemente sea un móvil. Parece joven, pero desde esta distancia es imposible determinar la edad. Ropa vieja, desastrada, con agujeros, aunque todo demasiado armónico como para ser mero estrago del uso y los días. Es como una criatura en un juicio donde ella es la única acusada, y los jueces la observan y comentan desde las docenas de ventanas de las torres de viviendas adyacentes. ¿Qué hace ahí? ¿Por qué? ¿Cómo se atreve? ¿Acaso quiere diferenciarse de los otros? Eso es inadmisible. Debería estar pululando frenética por los pasillos de los centros comerciales, observando las mercancías, haciendo cálculos inacabables sobre cómo optimizar el gasto de ese día. El resto es haraganería, es casi la sedición de los mentalmente desviados...
No sé si es alguien local, una joven advenediza y harta, quizás una emigrante de otras partes del país menos mecanizadas y neuróticas, una empleada doméstica filipina o indonesia... no creo que me permita acercarme a preguntarle. Mi presencia rompería el sentido de rebeldía de la composición, lo banalizaría irremediablemente. Me gustaría pensar que ella es consciente de que la belleza casi única del paisaje se la otorga su figura en esos escalones oscuros y musgosos, que su acto desafiante rompe la homogeneidad impersonal del barrio, y que eso le produce una felicidad interior, secreta, casi perversa: "Miradme si queréis. Me da igual. Criticadme. Vuestra saliva venenosa se pierde entre el ruido y las destilaciones del tráfico. Me sentaré aquí si quiero. No haré nada si me da la gana comportarme así. No seguiré vuestros consejos hueros. No caminaré por vuestras baldosas desinfectadas. No seré mejor, pero tampoco seré como vosotros. No lograréis engullirme. No lograréis anularme. Me sentaré aquí a leer, a miraros mientras vosotros sois los que creéis observarme, todas las veces que quiera. Seré pequeña, minúscula incluso, frágil. Pero un día os trascenderé a todos, y entonces os acordaréis de mi cara y mi nombre, y comenzaréis a echarme de menos."
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