Eliges formar una familia en un territorio ideológica, formalmente hostil, y con los años te van llegando las facturas de esa decisión, el precio que te van a querer hacer pagar por no ser vasallo y miembro de una idea general de costumbres y relaciones sociales. Querer ser ermitaño entre cofrades se castiga, y cómo. Miras a tus hijos y dudas: ¿les harán cargar sobre sus hombros el peso de tus decisiones?, ¿dónde encajarán en este mundo de grupúsculos cerrados, cuentas pendientes y juicios sumarios? Ojalá que ellos puedan llegar mucho más allá de su herencia genética, socioeconómica y cultural de lo que nosotros hemos podido... Es muy difícil discernir los posibles futuros cuando la bondad se presenta con cuentagotas y en las más extrañas maneras (¡oh, naturaleza humana!), y la maldad y la fealdad se normalizan y condicionan nuestras dinámicas cotidianas. Y huir hacia delante, nos parece, no siempre es progresar. “Memorias hongkonoides”, capítulo 1 o 100, depende de por dónde se empiece la historia.
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