Es curioso que, tras más de doce años en esta ciudad, me llegue (sin relación alguna con mi actual empleo), de forma lenta, gradual, concisa, la conciencia irrevocable, terrible, tranquila y estremecida, casi ajena y casual, de que, laboralmente, y en otros muchos aspectos, esta ciudad es una pequeña gran merienda de negros. Más vale tarde que nunca...
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