Caminando por las calles de Hong Kong uno se encuentra con la siguiente paradoja: al levantar la vista gigantescos, desproporcionados edificios nos producen dolor en el cuello cuando intentamos buscar un cielo intuido más allá de estas torres de cemento y cristal; al bajar la vista, pequeños insectos caóticos se cruzan en nuestro camino, cucarachas que buscan rincones oscuros y húmedos desde los que vigilar nuestro frenesí productor de desperdicios. Atrapados entre ambos mundos, el inframundo y un cielo imposible de ver, vagamos perplejos de día en día, de estación en estación. Somos el ángulo en el que convergen los dos resultados de la vida moderna: rascacielos y cucarachas.
13-09-2011
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