Sunday, December 8, 2024

Bosquejos de una sociedad XVII

Hala, vamos. Otro día aguantando, ganando lo suficiente para un tazón de fideos y, con suerte, algo de acompañamiento. Sobreviviendo. Agachándose, forzando la espalda, las rodillas. Justificando mi presencia aquí, en la ciudad de la riqueza y la prosperidad. No te jode. Hasta que me parta en dos, se me quiebren las rodillas, o me quede ciego del todo. Entonces, mejor morirse. Malditos dioses burlones y sus ruedas trucadas del destino. ¿Qué habré hecho de joven para merecerme esta vejez? ¿Por qué no me da un descanso la vida de una vez, su vieja madre? Mejor agarra la escoba, el recogedor, y deja de perder tiempo lamentándote. Luego viene el capataz y te dice que no vales para nada, que eres un viejo endeble y nunca completas tu zona en el tiempo asignado. Su vieja madre. Será cabrón. ¿Cómo se atreve a hablarle de ese modo a alguien que le dobla la edad? Muerto de hambre pretencioso, ojalá te pudras en el infierno y nadie te queme ofrendas, para que la miseria te acompañe incluso en la otra vida. Puerco fantasma comemierda. Me duelen las articulaciones de recoger basura del suelo, y de empujar este carrito con los trastos malolientes. Diles a los egoístas malcriados que viven en estas torres de adinerados de su vieja madre que recojan la mierda de sus perros, que no tiren los restos del McMenú en cualquier lado, que sean menos cerdos, en resumen. A este viejo le harían la vida más fácil en sus últimos días. Pero, ¿a quién cojones le va a importar un anciano pobre y apestoso? ¿Acaso el prójimo tiene alguna importancia en esta urbe de ricos y soplapollas? Demasiada gente. La maldición y la fuerza de nuestra raza. Demasiados para exterminarnos, demasiados para sojuzgarnos, cabrones extranjeros de mierda. Ahora nos hemos puesto en pie y somos algo grande. Enorme. No lo sabéis bien todavía. Pero todo esto a mí me llega tarde. No dejo hijos. Nadie a quien demandarle cuidados, dinero, regalos, a cambio de una vida de sacrificio. No quise. Y ahora lo pago. Nadie quemará dinero del infierno para mí. Nadie me enviará vino de serpiente o cerdo asado al otro mundo. Pero hoy mi parte del contrato dice que debo dejar este camino limpio antes de las once. Aunque en un rato vuelva a estar lleno de mierda. Es como la vida. Hala, vamos a coger la escoba y dar ejemplo a esta juventud de flojos de su vieja madre. Es la puñetera escoria occidental que les meten en la cabeza, a través de los ordenadores, y esos vídeos que ven constantemente, y los videojuegos, y la música. Les hace dudar de quiénes son, y eso les hace débiles. Yo nunca tuve esos problemas. Ni me quejaba tanto, su vieja madre. Y así he logrado pasar de los setenta. Dolorido, desastrado, pero en una pieza todavía. La salud de un dragón. Joder. Que le den a la medicina occidental y sus porquerías sacacuartos. ¿Qué esperan del futuro estos mequetrefes insolentes? Mejor que agachen la cabeza y aprendan el valor de la diligencia y la constancia. Empujar el carrito, agarrar la escoba, limpiar, un metro, otro, echar agua, recoger, apretar los dientes. Te han dicho que sigas limpiando, pues sigue. Pero si ese cabronazo del capataz vuelve a levantarme la voz…