Hong Kong es una ciudad de muertos vivientes: vivos por fuera y muertos por dentro.
Morirse por dentro es un proceso triste, gradual, silencioso. Todo se va tiñendo de gris poco a poco, los colores destiñen y los ojos se cubren de legañas. La ceguera inducida es uno de los síntomas últimos de esta muerte parsimoniosa.
El gobierno, en prevención de un exceso de cadáveres móviles, ha construido nichos-oficina que hagan las veces de cementerio para todos sus muertos. "Muertos, sí"-se oyó decir a algún ministro-"pero bien cuidados y limpios".
Sunday, October 28, 2012
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