Friday, June 20, 2025

La Ciudad de la Violencia (XIX)

 En la Ciudad de la Violencia se decidió que la diferencia era mala para la paz social y debía, por tanto, ser perseguida. Toda opinión divergente debía ser puesta bajo sospecha, y las soluciones alternativas habían de ser consideradas como semilla de sedición. No se permitiría vestir otros colores que no fueran los estrictamente marcados en el calendario oficial; y los cortes de pelo y el calzado quedarían delimitados por directrices a elaborarse para cada contingente o división social. No se escucharía otra música que la santificada por las instituciones gubernamentales correspondientes. La tenencia de discos no recomendados quedaría categóricamente prohibida. A quien tocara canciones o músicas disonantes para los oídos de los funcionarios al cargo de la educación auditiva, se le cortarían una o ambas manos. A quien produjera, distribuyera o visionara material audiovisual no aprobado, se le arrancarían los ojos, y la lengua si fuera conveniente. Los libros de pensamiento confuso serían reciclados para rellenar los ladrillos usados en la construcción de nuevas cárceles. Su tenencia, por supuesto, sería un delito de gravedad mortal. Los restaurantes y cafés de culturas depravadas serían clausurados. Solo los productos recomendados por las autoridades al cargo de la rectitud alimentaria podrían ser llamados saludables. Las actividades de tiempo libre serían extensamente monitorizadas. Nadie tendría la obscena y egoísta libertad de decidir por sí mismo cómo ocupar sus momentos de ocio. Cada miembro de la sociedad recibiría un horario al que atenerse y una lista de actividades a seguir. No esforzarse ni interesarse en las tareas asignadas sería motivo de reconvención y vigilancia, cuanto menos. Todos disfrutarían relajándose de la misma forma y en común armonía. Quien rompiera este orden sería equiparado a un virus infectando un organismo sano, y se le trataría como tal. No habría teorías alternativas en ninguna ciencia, y las tertulias tendrían siempre el objetivo final de llegar a un consenso prefijado. Los periódicos publicarían todos las mismas noticias, pero se les permitiría cambiar las palabras. Habría muchos canales de televisión, y mucha variedad de programas, pero ninguno causaría zozobra en el corazón de nuestros ciudadanos. Las escuelas se centrarían en el aprendizaje memorístico y en el desarrollo de la diligencia y la resistencia física. Toda organización permitida tendría una estructura vertical y jerárquica, para optimizar la toma de decisiones, las cuales no deberían ser discutidas nunca por miembros de rango inferior. La felicidad y la positividad serían rasgos preceptivos a entrenar grupalmente. La delación de los pesimistas e inadaptados sería obligatoria. La fantasía debería quedar bajo estricto control. La ironía sería perseguida con encono, aunque no así el cinismo. Finalmente, exenciones a todo lo anterior podrían ser compradas a alto precio, para contribuir de este modo a la fluidez de la economía. La diferencia sería paulatinamente eliminada, y la Ciudad sonreiría al unísono, sin grietas, impenetrable.

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