En la Ciudad de la Violencia se decidió que la diferencia era mala para la paz social y debía, por tanto, ser perseguida. Toda opinión divergente debía ser puesta bajo sospecha, y las soluciones alternativas habían de ser consideradas como semilla de sedición. No se permitiría vestir otros colores que no fueran los estrictamente marcados en el calendario oficial; y los cortes de pelo y el calzado quedarían delimitados por directrices a elaborarse para cada contingente o división social. No se escucharía otra música que la santificada por las instituciones gubernamentales correspondientes. La tenencia de discos no recomendados quedaría categóricamente prohibida. A quien tocara canciones o músicas disonantes para los oídos de los funcionarios al cargo de la educación auditiva, se le cortarían una o ambas manos. A quien produjera, distribuyera o visionara material audiovisual no aprobado, se le arrancarían los ojos, y la lengua si fuera conveniente. Los libros de pensamiento confuso serían reciclados para rellenar los ladrillos usados en la construcción de nuevas cárceles. Su tenencia, por supuesto, sería un delito de gravedad mortal. Los restaurantes y cafés de culturas depravadas serían clausurados. Solo los productos recomendados por las autoridades al cargo de la rectitud alimentaria podrían ser llamados saludables. Las actividades de tiempo libre serían extensamente monitorizadas. Nadie tendría la obscena y egoísta libertad de decidir por sí mismo cómo ocupar sus momentos de ocio. Cada miembro de la sociedad recibiría un horario al que atenerse y una lista de actividades a seguir. No esforzarse ni interesarse en las tareas asignadas sería motivo de reconvención y vigilancia, cuanto menos. Todos disfrutarían relajándose de la misma forma y en común armonía. Quien rompiera este orden sería equiparado a un virus infectando un organismo sano, y se le trataría como tal. No habría teorías alternativas en ninguna ciencia, y las tertulias tendrían siempre el objetivo final de llegar a un consenso prefijado. Los periódicos publicarían todos las mismas noticias, pero se les permitiría cambiar las palabras. Habría muchos canales de televisión, y mucha variedad de programas, pero ninguno causaría zozobra en el corazón de nuestros ciudadanos. Las escuelas se centrarían en el aprendizaje memorístico y en el desarrollo de la diligencia y la resistencia física. Toda organización permitida tendría una estructura vertical y jerárquica, para optimizar la toma de decisiones, las cuales no deberían ser discutidas nunca por miembros de rango inferior. La felicidad y la positividad serían rasgos preceptivos a entrenar grupalmente. La delación de los pesimistas e inadaptados sería obligatoria. La fantasía debería quedar bajo estricto control. La ironía sería perseguida con encono, aunque no así el cinismo. Finalmente, exenciones a todo lo anterior podrían ser compradas a alto precio, para contribuir de este modo a la fluidez de la economía. La diferencia sería paulatinamente eliminada, y la Ciudad sonreiría al unísono, sin grietas, impenetrable.
Friday, June 20, 2025
Monday, June 16, 2025
Bosquejos de una sociedad XIX
Rincón fresquito, a la sombra. No demasiada mugre. No veo cucarachas, ni demasiados mosquitos alrededor. Pues venga, aquí mismo, en este pequeño túnel de conexión entre calles. Seguro que por aquí pasará más gente en breve, a hacer la compra o a recoger a los niños del colegio. Despacio. Uf, me duelen los huesos. La verdad es que estoy cansado. Normal, más de siete décadas viendo pasar las desgracias. Abrimos la banqueta. Con cuidado, que no baile y me vaya a caer. Saca la mercancía: las flores hechas de pasta. Que no se te rompa ninguna. Es algo bonito, ¿no? Alguien las comprará, alguien tendrá corazón. Esto es mejor que mendigar, ¿verdad? Su vieja madre, qué perra es la vida... Quién me iba a decir que acabaría viéndome así, con todo lo que he trabajado cuando el cuerpo me aguantaba. Si con las flores no saco para comer hoy, la próxima vez tendré que meter todos esos viejos recuerdos y pertenencias en una maleta, y tratar de vender eso. ¿Cuánto vale una vida gastada aquí y allí? Igual podría probar a ir a comer a ese salón de esa iglesia occidental. Su vieja madre, de esa gente no quiero nada, vinieron aquí, nos robaron todo, construyeron sus templos asquerosos, y ahora nos quieren hacer tragar la última humillación, disfrazada de dádiva. ¿Por qué les permite el gobierno seguir aquí? Bueno, a ver cuánto saco con las flores de pasta. No veo bien quién pasa, debe ser el sol, que me da en los ojos. La gente camina tan rápido estos días, no podrán ni verme. Y luego, esos malditos formularios inacabables que te hacen rellenar una y otra vez, para ver si estás dentro de los parámetros de los que pueden recibir ayuda, no vayas a ser un impostor, ¿eh? Algunos incluso están en inglés, joder, si a veces no entiendo ni las preguntas en chino, ¿cómo voy a saber qué necesito contestar? Trampas todo el camino, obstáculos y más obstáculos para los que no tuvimos una buena educación. Su vieja madre, ninguno en esas oficinas ha trabajado tanto como yo lo he hecho: en zanjas, en andamios, en fábricas de techo bajo en las que creías que te asfixiabas, hasta que se las llevaron todas a Shenzhen o a donde diablos estén ahora... ¿Y por qué no ahorraste más?, me dice algún hijo de mala madre. Ya no hay respeto. Todas las costumbres están corrompidas. O quizá siempre ha sido así. Intenta sonreír a los que pasan o no te comprarán ninguna flor. ¿Por qué corren tanto? No veo más que manchas borrosas pasando rápidas. ¿A dónde tienen tanta prisa en llegar? No sé, quizá debería recolectar cartones y madera, y llevarlos a algún punto de reciclaje. Necesito una carreta para esto. ¿No viste el mes pasado haciéndolo a...? Sí, creo que era ella, pero no estoy seguro. Los viejos también tenemos que comer, ¿sabes? Ah, Li Ai, quizá fue mejor que te fueras y no estés aquí para ver esto. A lo que hemos quedado reducidos. Tu enfermedad se nos llevó tanto, ¿verdad? No esperéis a que os den vez en el hospital público, o será demasiado tarde, decían. Buscad una segunda opinión. Visitad a otros doctores. Pero nadie te decía cómo pagar las facturas un poco más tarde, ¿verdad? En fin, somos una gota en un océano inmenso. Seguir quejándome no alimentará mi estómago. Céntrate mejor en vender estas flores, o tendrás que comértelas de cena. Espera, ¿han encendido las luces en el túnel? ¿Por qué lo veo todo borroso? Mira, viene un grupo de gente por el otro lado. Estos van despacio, ¿debería decirles algo? Hay como un vaho extraño flotando en el ambiente. ¿Ha bajado la niebla? Pero en esta época del año no... Mira, se acercan, parece que se van a parar. Bueno, mis primeros compradores, el inicio de mi buena suerte, ¿no? Esas malditas luces, me están cegando, ¿de dónde demonios vienen? A ver, estas flores son algo bonito, ¿no? Sobre todo, son algo digno, una demostración de que no se es todavía un animal inútil, claro, una... Espera. No puede ser. Tú. ¿Qué haces aquí? Esta bruma, nos envuelve. ¿Qué quieres? ¿Para qué has venido? ¿Es que ya...? No, déjame, mujer, no tires de mí, no...
Sunday, June 15, 2025
La Ciudad de la Violencia (XVIII)
Un cuerpo especial de las Fuerzas del Orden Público y Seguridad en la Ciudad de la Violencia era el de los vigilantes secretos y acosadores.Su misión era la de seguir a diario a cuantas personas consideraran susceptibles de esconder algo: un pensamiento desviado, un rencor enquistado contra la Ley, cualquier gesto o ademán de rebeldía o desviación. En realidad, si así lo deseaban, podían escoger caprichosamente una víctima y seguirla durante horas, quizá días, para luego elaborar un informe desfavorable cargado de apreciaciones subjetivas y meras especulaciones. Dicho informe no era por ello menos peligroso para el sujeto examinado. Recordemos que en la Ciudad de la violencia la culpabilidad del acusado se daba por supuesta, y era su obligación probar su inocencia.
Existían varias técnicas y modelos de seguimiento entre estos agentes gubernamentales: el acercamiento secreto; el semi-secreto, en el que se evitaba al sospechoso, pero se le dejaba atisbar el hecho terrible de estar bajo escrutinio, pudiéndose incluso extender entre vecinos y allegados al interfecto esa mancilla onerosa que eran los interrogatorios a terceros sobre costumbres y gustos del sujeto bajo sospecha; y, finalmente, estaba el seguimiento abierto y descarado, sombra pestilente cuya misión principal era transformar al pobre diablo implicado en un paria social, conduciéndole de forma lenta pero fija al ostracismo, el aislamiento, y quizás la locura y la desesperanza, las cuales tan fácilmente se podían revestir de culpabilidad.
Estos vigilantes, perseguidores o acosadores (cada caso merecía una denominación apropiada) no necesitaban recurrir a la violencia física en casi ninguna ocasión. En realidad, su corrección en el proceder y su paciencia eran de todos conocidas. Las conductas agresivas y el desorden público se les entregaban a los sujetos cuestionados, para que así acabaran asumiendo e internalizando su culpa. La mala conciencia nunca puede acompañar a un gobierno eficaz. El carácter aséptico e imparcial del castigo se manifiesta en el recto cumplimiento de la misión asignada. Imparciales, de hecho, con frecuencia eran los criterios de selección de sospechosos. Lo fundamental para estos agentes era alcanzar la cuota diaria de informes sobre malos ciudadanos. Mantener en la población general la idea de control y dominio. Mejor inocentes arrastrados por la corriente que criminales libres, bloqueando el buen fluir del país. Un paseo bajo el sol en el lugar inadecuado podía convertir en sospechoso a cualquiera.Y el proceso de vigilancia, una vez iniciado, no debía ser interrumpido o abandonado. La tenacidad está en la base del amedrentamiento. Sólo los vigilantes se sentían libres de vigilancia. O eso gustaban de creer. Por eso las madres recomendaban a sus hijos ingresar en el cuerpo cuando crecieran, y los niños jugaban a vigilar, perseguir, detener, procesar, y a veces linchar, como entrenamiento para la vida adulta en esta ciudad.
Tuesday, June 10, 2025
La pequeñez
Esta es la parada. Kowloon Bay. Rápido, nos bajamos de autobús. Allí está. Minúscula. Mero punto borroso entre ocres y amarillos chillones que se alzan hacia el cielo. ¿Es algo vivo? Parece una muchacha de pelo largo, negrísimo, lacio. ¿Qué hace en esos escalones, sentada, sosteniendo un rectángulo entre las manos? Puede ser un libro; poco probable. Más probablemente sea un móvil. Parece joven, pero desde esta distancia es imposible determinar la edad. Ropa vieja, desastrada, con agujeros, aunque todo demasiado armónico como para ser mero estrago del uso y los días. Es como una criatura en un juicio donde ella es la única acusada, y los jueces la observan y comentan desde las docenas de ventanas de las torres de viviendas adyacentes. ¿Qué hace ahí? ¿Por qué? ¿Cómo se atreve? ¿Acaso quiere diferenciarse de los otros? Eso es inadmisible. Debería estar pululando frenética por los pasillos de los centros comerciales, observando las mercancías, haciendo cálculos inacabables sobre cómo optimizar el gasto de ese día. El resto es haraganería, es casi la sedición de los mentalmente desviados...
No sé si es alguien local, una joven advenediza y harta, quizás una emigrante de otras partes del país menos mecanizadas y neuróticas, una empleada doméstica filipina o indonesia... no creo que me permita acercarme a preguntarle. Mi presencia rompería el sentido de rebeldía de la composición, lo banalizaría irremediablemente. Me gustaría pensar que ella es consciente de que la belleza casi única del paisaje se la otorga su figura en esos escalones oscuros y musgosos, que su acto desafiante rompe la homogeneidad impersonal del barrio, y que eso le produce una felicidad interior, secreta, casi perversa: "Miradme si queréis. Me da igual. Criticadme. Vuestra saliva venenosa se pierde entre el ruido y las destilaciones del tráfico. Me sentaré aquí si quiero. No haré nada si me da la gana comportarme así. No seguiré vuestros consejos hueros. No caminaré por vuestras baldosas desinfectadas. No seré mejor, pero tampoco seré como vosotros. No lograréis engullirme. No lograréis anularme. Me sentaré aquí a leer, a miraros mientras vosotros sois los que creéis observarme, todas las veces que quiera. Seré pequeña, minúscula incluso, frágil. Pero un día os trascenderé a todos, y entonces os acordaréis de mi cara y mi nombre, y comenzaréis a echarme de menos."
Wednesday, June 4, 2025
El caldero
Hong Kong, caldero de miserias humanas recubierto de arrogancia y dinero... El día que te falte el dinero, ¿qué te quedará, eh, criatura??