Cárceles
Las cárceles de la Confederación de Estados Libres eran, básicamente, negocios de carne humana al peso. Lugares de mal morir, explotación obcecada y sádica de los no-productivos. Campos de concentración donde librarse para siempre de los recalcitrantes y seleccionar a posibles renegados que trabajaran luego como infiltrados en los barrios conflictivos. En estas cárceles no existían los asesinatos, solo las muertes naturales; ni tampoco los abusos y las torturas, solo los ejemplos aleccionadores con los que fomentar la obediencia. El miedo a caer en estos agujeros inmundos sin fondo ayudaba al gobierno a erradicar a los inconformistas y a construir consenso. Estas cárceles eran efectivas, eficientes y rentables; eran la extensión física de la nueva Moral.
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