Monday, December 8, 2025

Metro de Hong Kong

Metro de Hong Kong. Línea roja, línea verde, línea azul. Mañana. Hora punta. Rostros cargados de frustración acumulada durante años y años. Espacio conquistado con los hombros, con las extremidades, con los pies; con los codos, sobre todo los codos. Después, aislarse de lo que se tiene alrededor. Una voz metalizada recuerda tras cada parada que debemos movernos hacia el interior del vehículo y hacer espacio a los nuevos pasajeros. ¿A quién le importa eso? Huecos entre personas, líneas rojas tentadoras de cruzar, pero que fácilmente pueden terminar en disputa. Rozar es agredir aquí. Mejor dar la espalda e ignorar. Pocos lugares reflejan tan abiertamente la conflictividad generada artificialmente entre los pobres, los que carecen de vehículo propio. Mataos o respetaos, ¿qué más les da a los altos asesores y a los accionistas mayoritarios del metro local? Ellos nunca usarán los servicios de su propia compañía. Miradas de reproche a los que descansan en los asientos. Yo soy más vieja que tú. Yo estoy más jodido que tú. Egoísta. Bastardo. Cambios de velocidad, empellones, pisotones; el hacinamiento es peor en movimiento, por supuesto. Una conversación en mandarín por un lado, alguien preguntando a voces en cantonés por otro. Nunca mezclados. Gwailo de mierda, págate un taxi y no ocupes un espacio que no te corresponde. Puto lai-wai. De repente, alguien se levanta. Urbanidad o abandono inminente del vagón, da igual, desde varios ángulos personajes diversos se apresuran a ocupar el asiento. Nuevo momento de tensión. Quizá afortunadamente, el aire acondicionado al máximo enfría los ánimos. Parejas jóvenes buscando una esquina en la que la cercanía sea inevitable y se escapen los arrumacos. Viejos maledicentes esputando diatribas contra todos los que se pongan a tiro. Empleadas domésticas ensayando la discreción obligada en la que se convierte su vida en esta ciudad. Una parada tras otra, vomitando y engullendo masas informes de seres humanos. En aquella parada, todos con aspecto de oficinistas agresivos y dinámicos. Ahora, viejos y ancianos ansiosos por lograr asiento o el mejor asidero. Debe ser algún extrarradio residencial. Más allá, estudiantes ruidosos amenazándose entre bromas y veras, ensayando un futuro laboral de canibalismo y extenuación. Que aprendan desde la escuela, ¿verdad? Anuncios en cantonés, mandarín e inglés. Poliglosia omnipresente, inconsciente. El sacrificio de la verticalidad para quien viva lejos del trabajo. Luces intermitentes, rayos luminosos. Velocidad. El mejor transporte público del mundo, solía decirse. La tela de araña de las líneas es enorme. La eficiencia aterra. Todos dicen haber oído de alguien que perdió un brazo, una mano, un pie, intentando cruzar esas puertas demasiado tarde. Ansiedad asesina. En todas partes. Es la mayor polución de la ciudad. Metro de Hong Kong. Densidad y frecuencia. Rapidez. Milagro logístico. El movimiento es la especialidad de este lugar. Adóralo o márchate. Total, sobran personas, ¿no lo ves a tu alrededor?

Thursday, December 4, 2025

Meapilas

 En esta ciudad se confunde con demasiada frecuencia el ser bueno y el ser meapilas. Y son dos cosas que no guardan relación ninguna, necesariamente. Como confundir bondad y obediencia. Como rezar cuando se debería pensar. Mecanismos de neutralización social.

Thursday, November 6, 2025

La obsesión por el Castigo

 Jamás ha habido espacio para las vidas plenas al margen; en ninguna sociedad. Son demasiado peligrosas. No hay sumisión, ni sufrimiento aparente en ellas, y por eso deben permanecer como una vía de conocimiento secreto, inaccesible, maldita. Mejor enseñarles a sufrir, a someterse. Jesús redentor era un fanático siniestro. Masoquista. Patológico. Servidumbre febril e incuestionable, o hedonismo autodestructivo. Esas son las únicas opciones visibilizadas. Nunca aceptarán que seas un rebelde constructivo. Es una contradicción demasiado grande para su visión del mundo. Los rebeldes sólo pueden ser trágicos y tristes. Un rebelde feliz es algo inaceptable para ellos. Un peligro moral a destruir, a despedazar, a desarmar. Toda desviación de lo establecido ha de canalizarse a través del resentimiento, del desarrollo de emociones negativas; pulsiones de muerte. De eso modo se asegura su propia, más o menos gradual, obliteración. La vida debe ser patrimonio exclusivo del poder y su lógica social. No puede ser de otro modo, bajo ningún concepto. Y aquí es donde surge la virtud disciplinante y canalizadora del castigo. Difícilmente puede haber castigo libre de resentimiento. Por eso la rebeldía debe ser castigada. Para transformarla en algo oscuro, amenazante, desquiciado. Para que no pueda ser ejemplo de nada bueno. El castigo es la obsesión del que odia la libertad.

Saturday, October 18, 2025

Trazos sectarios

 Algo recurrente en el carácter de una buena parte de la población de esta ciudad son los trazos de comportamiento, cercenantes y casi obsesivos, típicos de alguien perteneciente a una secta. El sectarismo como psicología grupal. Dichos trazos se manifiestan, en mayor o menor grado, en: la desconfianza como punto de partida en las relaciones con el otro; la necesidad de reforzar y confirmar valores y creencias propios en el prójimo; la preponderancia de cuestiones religiosas o políticas (lo comunal) sobre conceptos más universales o menos marcados ideológicamente; como consecuencia de esto, la división confrontacional entre "los míos" (los que piensan como yo) y "los otros" (un rival a doblegar, convertir o expulsar); la imposibilidad de construir visiones o soluciones fuera de un marco predeterminado (un sentido crítico mutilado); el corporativismo como brújula social, es decir, la incuestionabilidad de las estructuras jerárquicas verticales y sus mecanismos; la infalibilidad de un sistema-mundo (construcción ideológica) con el que un grupo de individuos se identifica; la necesidad de juzgar (y paralizar así cualquier intento de disensión) a través de cadenas de mando interconectadas desde arriba hacia abajo; la tendencia a la beatificación y reverencia de líderes y fundadores (la figura fuerte como sublimación de lo humano hacia lo divino); la sospecha automática de defecto en la crítica, y defección en la falta de entusiasmo; la pasión, rayana o entrante en lo sádico, por el castigo; la búsqueda de un consenso reaccionario sobre el rupturismo revolucionario; en suma, la superioridad de lo irracional y tradicional sobre lo racional e iconoclasta, en situaciones diversas de crisis interaccional. Lo importante es la imagen y la superficie (el orden), no lo que discurre bajo ella (el desorden emocional).

Con tales trazos, son de imaginar los resultados sociales, y sus consecuencias deletéreas en todos los ámbitos de la convivencia y del día a día. Advertidos quedan.

Thursday, October 9, 2025

Guijarros

 No dejamos de ser niños tirando guijarros contra la espuma, las olas, la inmensidad del mar. No dejamos de ser niños con ojos inquietos, observando ansiosos si nuestras acciones han cambiado en algo al gigante que nos enfrenta. Nuestras manos crecen en tamaño, nuestros brazos se hacen más fuertes, los guijarros se transforman en fragmentos de roca, pero el mar sigue ahí, desafiante, desdeñoso, y nuestro afán tampoco cambia. Abrir una brecha en las aguas y decir, henchidos, ese camino lo hice yo. Aunque las mareas acaben borrando nuestra huella en el mundo. Como todo. Pienso que el día en que deje de querer seguir tirando guijarros al mar, ese día, será el día en que deje de mirar a la orilla, le vuelva la espalda al horizonte, y camine por fin a la muerte.

Monday, September 29, 2025

La Ciudad de la Violencia (XXIII)

En la Ciudad de la Violencia se decidió cambiar el nombre del Ministerio de Justicia al de Ministerio de Castigo y Purificación, cuyo fin último sería perseguir y escarmentar a los alborotadores y a aquellos que cuestionaran el buen hacer de las autoridades. La función de la Justicia pasaría a ser, entonces, castigar, y no dictaminar. 

Ante la imposibilidad de que pudiera haber Justicia sin Orden, se decidió transformar el espíritu de las leyes, para que estas tuvieran un carácter punitivo por encima de todas las cosas.

El emblema para representar a la Justicia también cambiaría, y sería el de un gigantesco dado de doce caras, tantas como Altos Magistrados tuviera el Tribunal Supremo de Apelación, de composición secreta e impenetrable para la sociedad civil.

Mencionar públicamente el nombre de un juez en vano se convirtió en delito de blasfemia institucional y alteración del orden público. Los jueces, al igual que el Rey, eran bienes inalienables del Estado, y como tal debían ser reverenciados por todos los sujetos o súbditos de dicha entidad.

Asimismo, ningún juez podría ejercer su cargo sin llevar las austeras ropas rituales, y sobre estas un disfraz suntuoso a elección de su señoría, con el que simbolizar su relación con el caso y las partes implicadas. Los comentarios en la prensa sobre el proceso deberían centrarse en la vestimenta y gestualidad del juez en cuestión, y nunca en los procedimientos y sentencias, bajo delito de anatema. La belleza y perfección de la actuación judicial se mediría, exclusivamente, en la severidad de la pena.

Palabras como crueldad, sadismo, corporativismo o parcialidad se prohibirían, y pasarían a sustituirse por un término englobador y más neutro, tal como “practicidad coyuntural”. Los principios más altos en el ejercicio de la jurisprudencia serían la eficiencia y la lealtad. Abstracciones de carácter ético serían desaconsejables, aunque una pizca de moral, encauzada en la dirección correcta, podría tolerarse, siquiera de cuando en cuando.

La expresión “protocolo procedimental” pasó a sustituirse en la jerga informal y popular, esa de mugrientas habitaciones mal iluminadas y charcos sucios agostándose en el pavimento, por la de “niveles de sufrimiento”.

Y, de este modo, la Ciudad se convirtió en una gran balsa de aceite. Ensangrentada, eso sí, pero aceite al cabo.


Saturday, August 30, 2025

Cuestiones de clase

 Cuando un miembro de la clase media, burgués vocacional, decide imitar los modos de las élites, no es un aspirante a millonario o triunfador lo que surge; es más bien un advenedizo, esquizofrénico y desarraigado, caricatura de todo lo negativo de los ricos de su lugar. Recordemos que los amos sólo regalan los despojos, las excrecencias.  Lo bueno, siempre, hay que quitárselo por la fuerza, como a los niños consentidos y malcriados.